Chapuzas de amor tiene gusto a final. A final de una época, de años de desenfreno, de locura punk y grasa en las manos, y ante todo, a fin de la inocencia .
vinyetaPoco se puede decir de Jaime Hernandez que no se haya dicho ya. Que forma parte de una de las proles del cómic con más solera, los Hernandez Bro. Que juntos crearon uno de los pilares de lo que hoy entendemos como cómic independiente americano, Love & Rockets, y que lleva más de tres décadas demostrando que ser un “dibujante tradicional” puede ser lo más rompedor en eso del cómic underground.
En esta entrega del universo Locas nos volvemos a reencontrar con Maggi Chascarrillo, Hopey y Ray Domínguez en su particular “triangulo amoroso”. Nuestros protagonistas han crecido y con ellos sus cargas emocionales. Y aunque a veces parezca que sigan en la inmadurez sentimental de la adolescencia –¿y quién no?- el tiempo pesa y las últimas oportunidades se acaban. Las motos solares y los mundos distópicos de las primeras entregas de Locas han desaparecido. Y al igual que en su dibujo Jaime Hernández se ha centrado en lo esencial: narrar episodios cotidianos, esos momentos intrascendentes que lo son todo.
Maggie, en la plenitud de su madurez, sigue perdida en sus idas y venidas con Ray y, aunque Hoper está lejos ocupada en vivir su propia historia, su presencia es constante. Sobre todos ellos planea el pasado, ineludible, para romperlo todo y ponerlo en su sitio.
El estilo clásico de Jaime se hace cada vez más depurado. Línea clara y manchas planas negras. Es un gran narrador, no necesita de grandes artificios ni efectos especiales para dejarnos entrever lo esencial. Y es precisamente en este punto, en las insinuaciones y verdades veladas donde Hernandez es el más grande. Silencios, vacíos, narración a través del gesto que le permite desvestir al cómic del texto, dejándolo en lo esencial.
Chapuzas de amor posee la suficiente autonomía como para poder funcionar sin la necesidad de haber leído las aventuras de las chicas más locas del barrio. Así que no temáis por si os podéis perder en un aluvión referencial y guiños de los personajes secundarios. Eso sí, os auguro maldiciones y lloros continuos por haberos perdido semejante obra hasta este momento.
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