San Francisco. Primavera de 1976. Una adolescente de 15 años comienza a escribir un diario en el que dejará constancia, con pelos y señales, de la relación sexual que durante, más o menos, un año mantuvo con uno de los amantes de su madre. La historia parece ficción, pero en realidad es una más de las muchas tretas con las que Phoebe Gloeckner (Filadelfia, USA, 1960) nos da una porción de realidad disfrazada de lo que no es.
Para empezar, la autora define a esta obra como “Un relato en palabras e imágenes”. Con este subtítulo, Gloeckner quiere dejar muy claro al lector, desde el principio, que este no se encuentra frente a un cómic más. La clave para entender el diario se encuentra en la entrevista que mantuvo con Gary Groth para The Comics Journal. En ella, Gloeckner se autodefine sobretodo como artista multidisciplinar antes que autora de cómics, y además explica que utiliza este medio para desarrollar su obra artística, pero que el cómic es sólo un aspecto más de su pasión por el arte. Con esto claro, quizás sea más fácil entender lo que Phoebe Gloeckner quiere ofrecernos con Diario de una adolescente. También lanza pistas sobre su obra anterior, Vida de una niña, en donde al final de la misma aparece una selección de sus pinturas, dibujos y grabados. La intención de Gloeckner no es más que la de crear un objeto artístico con todos los elementos que tiene a su disposición.

Lo que Gloeckner no niega es la gran influencia que el cómic underground realizado en San Francisco en la década de los setenta tiene en su obra. Allí conoció personalmente, con solo 15 años a Robert Crumb, en un concierto de su banda The Cheap Suite Serenaders. Además, los comienzos de Gloeckner, se centran en el cómic; prueba de ello son las historias publicadas en las revistas underground Weirdo, de R. Crumb, o en Young Lust, de Bill Griffith.
La sensación que destila Diario de una adolescente es sobre todo la de encontrarnos frente a un “work in progress”, cuyo objeto de trabajo artístico es la propia vida, el cual parece haber encontrado su personal lenguaje mediante la mezcla de texto, ilustración y cómic. La “novela”, tal y como le gusta llamar a esta obra a su autora, se inspira en la composición de las novelas victorianas, en donde, en medio del texto aparecen ilustraciones que apoyan a la narración.
La trascendencia de Diario de una adolescente ha ido más allá de los circuitos meramente adscritos al cómic y ha recibido críticas literarias en secciones literarias de diferentes medios estadounidenses. Estamos, pues, frente a una obra a la que hay que enfrentarse sin etiquetas previas y desde el lado más tolerante como lector.