En octubre de 1934 tuvo lugar en Asturias la considerada como última revolución obrera de Europa. En el resto del país la insurrección fue rápidamente reprimida, pero allí donde los anarquistas se unieron a socialistas y comunistas, el levantamiento opuso mayor resistencia. Y a ello contribuyeron en buena medida los aguerridos trabajadores de la cuenca minera.
Con este convulso contexto como telón de fondo, Alfonso Zapico (Asturias, 1981) se sirve de un elenco de personajes ficticios para construir un retrato del enfrentamiento fratricida desde el punto de vista de ambos bandos. Dos clases sociales representadas por Apolonio, el líder minero de convicciones más allá de ideales políticos; y Tristán, el bohemio hijo del marqués, que confraterniza con la facción contraria.
Entretejiendo con equilibrio crónica histórica y ficción, salen a colación temas tan dispares como las diferencias sociales, los conflictos internos en ambos frentes, la siempre complicada relación paternofilial o el clásico amor separado por la batalla.

Zapico añade una muesca a su trabajo más ambicioso hasta la fecha para ofrecer más una lección de humanidad que una clase de historia.

Al igual que sucediera en el primer tomo, la intensa labor de documentación se refleja en lo preciso de los entornos y eventos históricos, pero creando a su vez escenarios familiares que facilitan la inmersión del lector. Incluso algunos personajes y situaciones que parecen pecar de folletinescas (incluido el papel desempeñado por la mujer), están plenamente justificadas en un contexto social perteneciente a épocas pretéritas. Esta rica ambientación permite además que algunas de las más destacables escenas recaigan en manos de personajes secundarios apenas esbozados, sin que ello reste un ápice de verosimilitud.
Gráficamente se aprecia cierta evolución respecto a la primera parte. Estamos ahora frente a un dibujo algo menos detallado, de trazo más suelto, y composiciones menos rígidas; características éstas que dotan de mayor dinamismo a una fase de la obra en la que el componente bélico cobra mayor protagonismo.
Zapico, que ya fuese galardonado con el premio nacional del cómic en 2012, añade una muesca a su trabajo más ambicioso hasta la fecha (quedamos pendientes de un tercer tomo de lo que inicialmente iba a ser una obra en dos partes) e hila fino con trazo grueso para ofrecer más una lección de humanidad que una clase de historia.