En lo profundo del bosque vive una niña junto a su guardián, un ser alto, con cuernos y vestido de negro al que ella llama “Doctor”. A pesar de ser tan distintos y que la niña tenga prohibido tocarle, conviven juntos en una linda casita. Sin embargo esta aparente paz se verá truncada cuando aparecen soldados del otro lado del bosque.
Con esta mágica premisa arranca La pequeña forastera, un manga bastante peculiar y muy alejado de lo que solemos ver en las estanterías de las novedades. Nagabe (Tokio, Japón, 1993) consigue crear una atmósfera oscura, pero a la vez cálida y agradable, con dibujo preciso y pulcro, que recuerda a los grabados y la ilustración clásica (una mezcla entre Edward Gorey y los Moomin de Tove Jansson). Las viñetas, casi enteras en tonos grises y densos entramados negros, juegan con las luces y las sombras para advertirnos del tono de la narración. También tiene un brillante uso de los espacios en negativo para separar figura de fondo.
El manga en general se basa en los contrastes, Shiva es pequeña y frágil y lleva un amplio vestido blanco de formas redondeadas, mientras que el Doctor aparece alto, delgado, de aspecto anguloso y ropa negra. Ella es una niña alegre y divertida; él, un adulto más serio. El diseño de éste último recuerda al de los monstruos o villanos de otras obras, lo cual está totalmente pensado para que sorprenda más cuando es amable y atento con la niña. Sin embargo, hay algo en su expresividad, en sus ojos pálidos y grandes, que nos transmite la sensación continua de que algo no va a ir bien.Es complicado retratar niños en la ficción sin que parezcan forzados o poco realistas, pero con Shiva se ha hecho un excelente trabajo.Shiva, levanta los brazos, es alegre y a veces, caprichosa. En un momento del manga ella le hace al Doctor una corona de flores; más adelante, él intenta preparar una tarta de naranja pero sale quemada, a pesar de todo la niña se come un trocito. Estas partes tan íntimas y delicadas (mis partes favoritas) hacen que sea muy fácil coger cariño a ambos personajes.

La pequeña forastera es fascinante, con un toque oscuro que de momento sólo se puede adivinar ya que éste es el inicio de la historia, pero que tiene muchísimo potencial para desarrollar la trama. La mitología de la obra es rica y dota a su mundo de coherencia interna; a pesar de caer en la tópica dicotomía entre luz y oscuridad, es fresca y genuinamente interesante. Su dibujo tierno e infantil, pero también opresivo y retorcido, acompaña a una historia que, a su manera, reinventa el cuento de hadas tradicional.