La vida en el extrarradio estadounidense se asemeja mucho al ideal de sueño americano: viviendas unifamiliares, vacaciones en la costa y un modelo consumista a seguir, dictado por las series de televisión de moda. Pero vivir instalado en dicha normalidad puede llegar a ser asfixiante, y en este estado de calma chicha cualquier acontecimiento fuera de lo común prende una mecha de incógnitas consecuencias.

El primer largo publicado en castellano de Nick Drnaso (Illinois, 1989), presenta el mordaz retrato de una sociedad alienada, víctima de sus propios anhelos a menudo frustrados. A través de una serie de relatos en principio inconexos, la identificación de elementos comunes permite hilar la historia de la familia protagonista, prestando especial atención a los miembros más jóvenes de la misma. Cara, la adolescente que preferiría estar de fiesta con sus amigos en vez de viajar con sus padres, y Tyler, el prepúber que empieza a vislumbrar que sus pulsiones internas no se corresponden con lo que la sociedad espera de él.
En una primera lectura somera, dicho hilo conductor queda difuminado entre una nube de nombres comunes y rostros similares, lo que subraya esa sensación de homogeneidad reinante. A ello contribuyen especialmente el aséptico dibujo y la elección de una gama de colores desaturados, idóneos para crear un conjunto de caracteres adustos que transitan sin pena ni gloria por sus deslucidas vidas.

Un libro que se lee desde la distancia y cuyo mayor acierto reside precisamente en jugar con dicho alejamiento. Si bien es cierto que recalcar lo perturbador de la cotidianeidad resta capacidad de impacto a los elementos extraordinarios, ir atando cabos para construir un único relato a partir de una colección de historias anodinas resulta curiosamente estimulante.