“Sindicalismo 89” narra unos días en la vida de un edificio en lo que parece un barrio conflictivo de México, pero no es exactamente una historia coral sino que gira alrededor de Mecha y Pau, una pareja de amigas que comparten piso. Ambas se relacionan con el resto de personajes a través de los ruidos de sus vecinos. La vida en el edificio es caótica y falta de intimidad, como en una versión turbia y sucia de “13 del Rue Percebe” donde las paredes no parecen separar la vida de sus habitantes.
sindicalismo_vinyeta Los gritos que llegan a través del patio de luces sirven de enlace a unas subtramas que Inés Estrada explica con una naturalidad pasmosa, sin miedo a que la anécdota se coma a la historia principal, la de dos jóvenes sin apenas nada que hacer durante el verano. Así, entre porros y películas de miedo en el ordenador, pasa la vida a su alrededor: unos hermanos adolescentes que se meten en problemas al intentar comprar crack, una abuela que explica sus momentos sexuales más escabrosos a su perro, el vecino colega que monta fiestas en su casa y las reuniones de escalera para hablar los problemas del edificio.
Inés Estrada captura a la perfección la cotidianeidad de cada uno de los pisos, con un dibujo espontáneo y sucio, y un dominio del tiempo narrativo que le permite saltar de acción a acción sin que se pierda la sensación de hastío vital que funciona como eje del que probablemente sea su tebeo más redondo hasta la fecha. Entre el divertido vacío existencial de Simon Hanselmann y la descarnada naturalidad de la mejor Julie Doucet.