Casi todos los elementos que sirven para configurar esta primera entrega de Ulna en su torreta invitan a pensar que esta va a ser una serie apasionante. Nos encontramos en un contexto de dureza climática (la acción se sitúa en un ambiente polar) y en plena guerra: concretamente contra el ejército de Ekor del que sólo tendremos noticias a través de los diálogos de los personajes. Porque la acción nos sitúa en un puesto de mando alejado del conflicto y situado en una isla a la que acaba de llegar Ulna Trop Jonk, una joven e inexperimentada  francotiradora (esta es su primera misión militar) aunque de disparo certero. Su misión: arremeter los ataques furtivos de un pueblo salvaje y misterioso, otra de las amenazas a las que debe enfrentarse el ejercito de Lezmoa en pleno asedio.
Al margen de la dureza de los elementos y del contexto, lo más sobresaliente de esta primera entrega es el peculiar entorno en el que el autor ha situado a la protagonista. Un universo donde predomina una cierta violencia soterrada entre las mujeres militares que habitan el puesto de mando, violencia que expresa cierta competitividad por demostrar justamente una actitud de dureza más propia del género masculino. Lo más interesante (como ocurre en la mayoría de las obras de manga) es el juego metafórico que plantea toda esta ficción de carácter bastante extremo: un grupo de mujeres encerradas en un fuerte sometidas a la amenaza constante de los curiosos incursores (una especia de encías dentelladas). Todas las lecturas adyacentes que pueda sugerir un planteamiento así quedan abiertas a la interpretación del lector. Un brillante ejercicio por parte de Izu Toru que demuestra su sobrada capacidad imaginativa para desbordar y fascinar desde las primeras páginas.
En definitiva, un sugerente primer episodio de un relato que mezcla el componente terrorífico dentro del marco de la ciencia ficción, recordando a clásicos como The Thing de John Carpenter, junto con historias bélicas de protagonismo femenino como Aliens o la Nausicäa de Miyazaki aderezado con las dosis habituales de detalles erótico-inquietantes típico del seinen.
Mención a parte merece la cuidada edición que ha respetado el juego de pliegues de la original: la cubierta desplegada se convierte en un póster.