Neruda es un ídolo tallado en piedra (de origen marciano) que habita en una isla poblada por una comuna de ex-hippies refugiados de Nueva York. Entre sus cualidades existe el poder de emitir señales infrarrojas que producen desajustes intestinales. Un día la paz de la isla se ve truncada por la aparición de un grupo de reporteros encorbatados que son confundidos con nuevaoleros y que se hacen pasar por investigadores científicos de Berkeley para aproximarse al ídolo. Al hacer su aparición Neruda los reporteros pierden los papeles y radian la noticia de la existencia del marciano. El revuelo que suscita el acontecimiento hace intervenir incluso a las fuerzas especiales. Finalmente y gracias a la estimable y oportuna ayuda de un grupo de punk rockers el bueno de Neruda conseguirá evitar la catástrofe.
En la línea del Chester Brown de “Ed el Payaso Feliz” aunque salvando las distancias (: ojo aquí nadie tiene un prepucio con la cara de Reagan todo y que aquí aparece también su honorable nombre) Ted May construye una historieta de puro desfase que nos regala momentos tan soberbios como el del hippie que exclama “Fuckin’n Neruda” al principio de la historia.
Aquí se mezcla lo mejor de la serie Z con algunas influencias del universo de los superhéroes (en su vertiente mas mongólica, claro) y un notable interés por abordar el fenómeno social de las tribus urbanas: en el tebeo se habla mucho de hippies, ex-hippies,
naturalistas, nuevaoleros e incluso de esa subespecie que son los jugadores de rol.
La primera versión de Neruda apareció en 1997, en la antología “Non” que realizó Jordan Crane. En 2005 May la reeditó a través de su muy recomendable editorial “It Lives Comics”.
Una de las mejores cosas de May es que, al margen de tener un estilo que siempre cae en los lugares comunes del desfase más absoluto, es uno de los pocos autores que deja abierta la puerta de la continuidad en manos de sus lectores.