Una muestra evidente de la actual edad de oro para los lectores -reverso positivo de esa edad de hielo sobre la que escribía Álvaro Pons hace un par de meses en Gráffica– es la constante recuperación (en condiciones) de clásicos de la historieta y de títulos más o menos olvidados cuya innegable calidad obliga a rescatarlos.
Tenemos ejemplos elocuentes todos los meses, algunos ciertamente sorprendentes y bienvenidos, por cuanto tienen de inesperados. Es el caso de la reciente reedición, por parte de Desfiladero Ediciones, de La pista atlántica de Miguel Calatayud, en un volumen que recoge tanto el álbum homónimo publicado en 1984 por la entonces joven Editorial Arrebato, capitaneada por Pedro Porcel y Juan José Almendral, en el que se introducía al detective Gili Lacosta, como la segunda y última aventura del personaje, El proyecto Cíclope, aparecida por entregas en Cairo y recopilada íntegramente por Complot en 1990.
La primera de estas obras supuso en su momento el retorno de Calatayud a los tebeos después de un periodo centrado en la publicidad, el cartelismo y la ilustración, evidenciando que conservaba un excelente estado de forma para lidiar con un medio que ya había revolucionado antes con el histórico Peter Petrake. Aquel regreso festivo y deslumbrante en blanco y negro estaba muy asociado, como su mismo estilo, a un determinado momento estético, una vinculación que podría perjudicar su actual relectura en un momento tan diferente. Sin embargo, su clasicismo le ha protegido contra el paso del tiempo, y todos sus hallazgos mantienen su vigor.
A partir de sencillas premisas argumentales de clara inspiración policíaca, se desarrolla un arriesgadísimo planteamiento narrativo basado en atestadas viñetas de gran tamaño que se aprecian en las mejores condiciones gracias a la estupenda labor de restauración llevada a cabo por el propio Miguel Calatayud, introduciendo los grises para dotar de mayor volumen cuando es necesario y limpiando las páginas. De ese modo no solo han logrado conservar el tono lúdico y despreocupado sino que han conseguido que mantenga plena vigencia la sentencia con la que Jesús Cuadrado cerraba su texto en la contraportada de la edición original: “una pasada que arrasa”.