En La tierra de los hijos Gipi daba un giro radical a su obra; dejaba de lado la exposición de sus circunstancias y miserias personales de anteriores trabajos para deslumbrarnos con una historia de tintes casi bíblicos: plagada de metáforas y alusiones constantes a la condición humana. Sin caer en el error de la grandilocuencia, esta fábula post-apocalíptica deslumbra por su aparente simplicidad en el planteamiento gráfico (se ha rebajado la intensidad de su característico trazo visceral y el color da paso a un riguroso y parco blanco y negro) y también por que nos devuelve la faceta como narrador en tercera persona del autor italiano que hace gala aquí de un auténtico estado de gracia.