Un cosmonauta viajando en una pequeña cápsula a velocidad hiperlumínica a través de los confines del universo es el último cartucho que le queda a la humanidad tras el cataclismo que provoca su propia extinción. Con este planteamiento inicial lo que parece una obra de ciencia ficción dura se transformará en una reflexión metafísica sobre la naturaleza humana y el sentido de la vida.
Las grandes cuestiones de la filosofía, planteadas en el “monótono” contexto del paisaje universal: el cosmos. Pep Brocal centra acertadamente su narración  en el interior de la mente del último cosmonauta, y de las conversaciones de éste con el ordenador de a bordo (programado para grabar un cuaderno de bitácora del viaje). Lo importante no es el viaje espacial sino el viaje interior; la fragilidad humana enfrentada a lo infinito centrándose en las pequeñas cosas de la vida, en los encuentros con otras personas, en el amor, y en sus frustraciones. En ese ámbito es por donde divaga la mente del cosmonauta, juzgando en esos términos a toda la humanidad, y a todo el universo e incluso lo que hay más allá.
En esta deriva metafísica, Pep Brocal no solo se limita a esta cuestiones, que al fin y al cabo son las grandes preguntas universales, sino que también plantea sus posibles soluciones, y lo hace desde un punto de vista no exento de cierto nihilismo y un fino sentido del humor. El humor es fundamental para tratar temas a escala universal con un mínimo de cordura, y como dice Darío Adanti en su ‘Disparen al Humorista’ el Big Bang es el primer chiste del universo.
Pep Brocal es uno de los autores que empezaron a despuntar en los poco fáciles 90 del siglo pasado, y que ha realizaron multitud de cómics y ilustraciones para público juvenil. Su última incursión en el terreno de la novela gráfica para un público más adulto fue Alter y Walter o la verdad invisible (Entrecomics Comics, 2013). Cómic vinculado temáticamente con El Cosmonauta tanto temáticamente (en cuanto a la exploración de la mente y la busca de la felicidad humana) como a nivel gráfico, con su estilo personal de personajes con grandes narices angulosas y sobretodo en el uso del color. En Alter y Walter los colores escogidos fueron rojo y verde, un verde esperanza que cuadraba con el optimismo de la obra. En El Cosmonauta opta por usar también sel bitono. En este caso el azul para el viaje en la nave, que refuerza la sensación de frialdad del universo y su soledad, y el rojo para el viaje interior a los recuerdos y los pensamientos del cosmonauta, centrados en su vida terrestre, recuerdos que presentan sensaciones más intensas.
El Cosmonauta es de nuevo una filigrana de Pep Brocal, una historia de ciencia ficción blanda muy al estilo de la New Wave que se lee con una sonrisa en los labios. Giros argumentales que crean la sorpresa, y que consiguen despertar la reflexión tras su lectura. Su ficción es icónica, conceptual, como el grafismo que utiliza para representarlos. No se trata de hacer una nave realista sino de  transmitir el concepto que el cohete espacial lleva consigo. Bajo esa capa de humor y ciencia ficción hay siempre una reflexión sobre los problemas que nos preocupan a las personas hoy; el amor, la religión, el poder. Como es costumbre en la buena ciencia ficción.