La primera traducción castellana la publicó Norma en 2009, y ahora casi una década después Fulgencio Pimentel da a luz la que es sin duda la edición definitiva (contando con la aquiescencia y la colaboración del autor), una especialidad del sello riojano a la que nos estamos malacostumbrando. Las comparaciones entre ambas ediciones, además de odiosas son inevitables, básicamente porque aquí el tamaño sí importa. Norma llevó a cabo una extraña, y vista hoy, ridícula reducción de las dimensiones del libro publicado por Éditions de l’An2, medidas recuperadas ahora. Alrededor de 7 centímetros de ancho y casi de 5 de alto dan mucho de sí. Las viñetas presentan una elegante majestuosidad, más si cabe en aquellas planchas en las que entre unas pocas se reparten el espacio.
Schrauwen no busca ayuda en medios ajenos, opta por bucear en la propia historia de los cómics en busca de inspiración al tiempo que desvirtúa las herramientas lingüísticas de los mismos para hacerlas suyas: las elipsis, el único flashback o las inexistentes onomatopeyas, sustituidas por apuntes a pie de viñeta. Esa mecánica le permite operar con plena libertad, sin justificaciones ni excusas, directo al estómago desde el excelente e impagable prólogo.
Leer toda la reseña