¿No te has cansado ya de discutir lo de los límites del cómic? Yo sí. Las discusiones sobre el sexo angélico pueden tener su “tempo”, durante el cual el juego de la disertación es grato. Pero todo tiene su límite, e igual que el de la línea chunga y la clara, o el cómic vs. el tebeo, o que si la novela gráfica significa son asuntos que ya han pasado a mejor vida, vencidos por el tsunami del tiempo, el debate sobre lo que es y deja de ser cómic debería pasar a mejor vida, solo por higiene intelectual. Porque nunca somos nosotros y en caliente los que decidiremos qué son las cosas, así que mejor siéntate en tu sillón “fav.” cómodamente, posa cerca tu bebida favorita, sube el volumen del “Free jazz” de Ornette Coleman y dale duro a Mangy Mutt, la última virguería del vigués Óscar Raña. Que mira, quizá las luces de Navidad de Vigo sean la envidia de Nueva York, como dice el alcalde, pero Mangy Mutt también lo es de toda escena experimental… o debería serlo. No me cabe la menor duda.
En las páginas-dinamo de este cómic editado por Fosfatina podemos encontrar la licuefacción de Cynthia Afonso, la gelidez de Joost Swarte y la experimentación gráfica de las revista “Kuš!”. Pero también un soplo fresco con aromas a cartoon. A Tex Avery y su gusto por moldear a cada plano la realidad y sus límites. Es en definitiva una ensalada de experimentos. Exitosos, sin rastros del profesor Bacterio en el laboratorio.
Y ojo: hay narración en Mangy Mutt, no se piense el lector que insiste la línea libérrima de Fosfatina, con este nuevo cómic de Raña, en “el infinito y más allá” de Massó (algunos aún no comprenden qué está ocurriendo, qué está pasando y miran con el rostro de un Iker Jiménez desencajado las páginas de “Cadencia”). Hay en Mangy Mutt un paseo por las salas de un museo, en el que suceden cosas. Raras, porque hablamos de un museo que está tras las puertas del Monolito de Kubrick, un espacio-viaje entre explosiones psicodélicas, trompazos del Correcaminos y salas enigmáticas. Empaquetado con mucho arte (por ejemplo, en este libro hay cómics dentro del propio cómic)
Es un lugar excitante para recorrerlo. Nos habla quizá de lo inútil que es separar artes, pero no es un lugar fácil para ser explicado. Tampoco comprendemos cómo se llega a él, eso sólo Raña lo conoce. Pero sí sabemos que se abandona con el cohete de Tintín, y para entenderme (algo) lo mejor es leer tamaño artefacto.