Monstress comienza con una puja de esclavos y sirve perfectamente para definir todo el tono de un cómic cruel, crudo y sangriento, que fluctúa entre la fantasía y el horror. Sabemos que ha habido una guerra, que ha tenido consecuencias desastrosas y que Maika, la protagonista, quiere venganza. Lo que nos falta por saber es el resto, pues el argumento sabe reservar los secretos para mantener el suficiente interés.
El universo de Monstress es único y rico, con sus propias reglas y mitología. Gran parte se debe al estupendo trabajo de Sana Takeda (Niigata, 1977) cuyo dibujo abigarrado y barroco sirve como vehículo perfecto para la historia; creando una marcada estética a medio camino entre el steampunk, el art deco y las culturas asiáticas. Todas las viñetas están llenas de detalles y texturas, resulta tan fácil imaginarse el tacto de las cosas que es casi sinestésico. Las paletas de color oscilan entre los tonos dorados y ocres y los azules desaturados para plasmar la oscuridad del mundo en el que se desarrolla la trama.
Destaca en especial el diseño de los personajes femeninos, diverso e interesante y, a pesar de mostrar desnudos, no hay ningún tipo de cosificación ni sexualización innecesaria. Por supuesto, aquí hay que citar a Marjorie Liu (1979, Filadelfia) , pues es la responsable de que dichos personajes estén bien escritos y sean complejos. Empezando por Maika, despojada de sus amigos, su madre y su brazo y superviviente de un enfrentamiento entre los arcanos y los humanos; y continuando con el resto de mujeres (porque, sí, prácticamente todos los personajes importantes son mujeres) de todo tipo: despiadadas, valientes, amables o ambiciosas.
Monstress es la prueba de que se puede hacer un mundo duro y lleno de violencia, sin recurrir de forma barata al machismo y la homofobia. A pesar de que en el primer tomo no se aclare casi nada, y aún no estoy del todo segura de que va a tratar exactamente la historia, el planteamiento es tan prometedor que me muero de ganas por saber a dónde me va a llevar.