A Roberto Massó le seguíamos la pista desde aquel estupendo Medieval Rangers (Dehavilland), relato acotado a la imaginería religiosa en todas sus vertientes donde se ponían ya de manifiesto las bases de su peculiar universo narrativo: relatos mudos protagonizados por personajes de cierta impersonalidad. Con ciertos ecos de Yuichi Yokoyama. En el Ruido Secreto las virtudes intuídas de Massó acaban por destaparse en un relato de amplísimas lecturas que es un homenaje a la tremenda y revolucionaria personalidad escénica de Loïe Fuller, al mismo tiempo que se muestra como un excelente ensayo de tintes poéticos sobre el arte secuencial.