La balada de Jolene Blackcountry no es un cómic que se pueda leer y ya. Es un cómic que se debe experimentar. Es como el lisérgico viaje final de 2001, una odisea del espacio: que me parta un rayo (fosforescente, claro) si lo entiendo a la primera, pero es un viaje que tendré el placer de emprender muchas, muchas más veces. Con todos los sentidos puestos en él.
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