A muchos sorprendió que el segundo autor en publicar en Panel Syndicate, la plataforma de cómic digital creada por Marcos Martín, fuese Albert Monteys (Barcelona, 1971). Monteys es un autor más que conocido por estos lares, sobretodo por su vertiente humorística, aunque no tanto en un marco internacional. Tras 20 años en El Jueves, el género al que se le asociaba de forma automática es el del humor, y es el que ha seguido utilizando en las viñetas de la lamentablemente desaparecida Orgullo y Satisfacción. Así que ponerse a publicar una serie de ciencia ficción en Panel Syndicate, siguiendo la línea iniciada por Brian K. Vaughan, Marcos Martín y Muntsa Vicente, era motivo de sorpresa.

¡Universo! es un cómic que nace pensado para un entorno digital, en tres idiomas (español, inglés y catalán), y que pretendía ser una serie (más o menos) regular. Monteys deja de lado la historieta de humor de una página para aproximarse más al concepto de historias de género más extensas y cercanas al formato comic book tradicional. El ámbito escogido no podía ser otro que el de la ciencia ficción, una de las pasiones de Monteys y género en el que ya había tocado desde los inicios de su carrera, como en las aventuras de Calavera Lunar (1996), o Carlitos Fax (2004-2006).

Así que tenemos a un Monteys que ha dejado El Jueves – donde por otro lado estaba encorsetado y no le quedaba mucho espacio para probar nuevas inquietudes artísticas- y ante las nuevas circunstancias se encuentra ante la oportunidad de buscar nuevos caminos para su obra. Y así nace ¡Universo!, de la que hasta el momento han aparecido cinco números a través de Panel Syndicate, recopilados después en un solo tomo, que ahora edita Astiberri en papel. Cinco historias independientes, aunque con un universo común y con constantes referencias entre ellas. Las cinco en torno a la ciencia ficción de aire clásico, aquellas aventuras que se encontraban en los relatos que salían en Nueva Dimensión, con ese toque de sentido de la maravilla al mostrar futuros y alternativas espectaculares, sin abandonar el toque de humor.

La primera historia, ¡El pasado es ahora! lleva la paradoja del abuelo de los viajes en el tiempo hasta su último extremo, con el viaje más largo que se haya visto nunca. La segunda, la fábrica del amor, nos relata los problemas de confiar las relaciones a robots que pueden llegar a querernos demasiado. Retorciendo lo que eran los relatos clásicos de Asimov, y llevándolos a un futuro neoliberal de susto, donde los centros comerciales pueden ser inteligencias artificiales con derecho a ciudadanía. La tercera, lo que sabemos de Taurus-77, toca el tema del primer contacto, cuando una misión humana llega al planeta de nombre de batidora para toparse con uno seres incorpóreos. La siguiente, lo que sabemos del planeta Tierra, sirve de continuación explicando como esos seres extraterrestres llegaron a un estado intangible, con un giro que la liga con la primera historia. Y el tomo finaliza con la espléndida, ¡la Cristina del mañana!, de nuevo un relato sobre paradojas temporales; en este caso mucho más cercanas, jugando con eso de que el tiempo es lo que separa a las parejas. Y con tardígrados de invitados especiales. Cómo no va a molar un tebeo en el que salen tardígrados.

¡Universo! es de una solvencia apabullante, de la mejor ciencia ficción que se puede leer actualmente

El conjunto de ¡Universo! es de una solvencia apabullante, de la mejor ciencia ficción que se puede leer actualmente, recuperando el espíritu de sorpresa, de darle una vuelta más a lo impensable.
Temas profundos, pero tratados con un toque de costumbrismo que los reescala y los hace cercanos. Monteys transporta la esencia de la Ciencia Ficción clásica a su terreno. Y todo ello plagado de detalles; aparecen conceptos, apenas mencionados como subtramas, para dar ambiente al ¡Universo! que darían para muchas más historias si Monteys quisiera desarrollarlas un poco. Detalles que no solo están en lo argumental, en el dibujo hay cantidad de diseños de maquinaria futurista, de seres extraterrestres, de vestuario, de peinados.
Se nota como Monteys ha disfrutado exprimiento al máximo su capacacidad inventiva y realizando unos planteamientos de página espectaculares. Con una puesta de elementos diáfana, detallista pero sin recargar la página, porque está pensada para el medio digital, donde se tiene que poder leer sin muchos problemas en varios tamaños de pantalla.
Todo es una maravilla en este tebeo: El diseño de personajes, la facilidad que tiene Monteys para crear humanos del día a día, de los que te cruzas por la calle, lejos de estereotipos de supermodelos de los comic books superheroicos. Los protagonistas de las aventuras de Monteys son gente corriente. ¡Universo! también está lleno de guiños, por ejemplo a grandes del cómic, como esas naves robots gigantescas a lo Kirby, con una forma humanoide ingeniosamente justificada. Y el uso maravilloso del color, que hace brillar las pantallas, y que resiste perfectamente en su traslación al papel. Este paso al papel añade un nuevo goce a su lectura, no solo por el fetichismo del tacto, sino porque Monteys tenía guardada otra sorpresa: la transición entre páginas, que en digital no tiene nada que ver con el papel, donde se ven dos a la vez, y el logro es que consigue una yuxtaposición de páginas perfecta.

Quizás estemos ante el mejor trabajo de Albert Monteys hasta la fecha, donde se unen toda su experiencia junto a la libertad y ganas de experimentar con historias de su gusto. Y así lo atestigua el éxito de público y crítica. ¡Universo! funciona en digital y también en su edición en papel: ya ha agotado la primera edición. Además de su nominación a los Eisner de 2017 como mejor cómic digital . Éxito que ha despertado interés internacional por su trabajo y hace que tengamos que esperar más para tener nuevas entregas. En los hiatos de la serie Monteys dibujó Solid State con guión de Matt Fraction y el cantante Jonathan Coulton, con un estilo similar al de ¡Universo! (en breve estará editado por estas tierras a través de Gigamesh).
Albert Monteys nos hace sufrir con la cadencia de sus tebeos, pero cuando salen siempre nos entusiasman. Lo sentiríamos por su salud y su familia, pero alguien debería encontrar un plan para encadenarlo a la mesa de dibujo, y que siga creando maravillas como este ¡Universo! sin parar.
Por si fuera poco, cualquier lector puede tener acceso a este tebeo de tantas formas como desee: múltiples idiomas, soporte digital o papel, precio a convenir. Vaya, no se puede pedir más.