Jérémie Moreau (Champigny-sur-Marne, París, Francia, 1987) ha dibujado desde pequeño, de manera diligente y disciplinada. A los 8 años empezó a concursar de manera periódica en las categorías infantiles del Festival de Angoulême. A base de constancia, ganó el concurso de la BD escolar en 2005 y, unos años más tarde, el de los jóvenes talentos, en 2012. A raíz de este premio, realiza con Wilfried Lupano a los guiones el que será su primer cómic publicado, El mono de Hartlepool (Dibbuks, 2013). Ya en este primer trabajo cautiva la gran expresividad de los personajes y el buen uso del color que hace Moreau, aunque aún sean evidentes sus influencias: Ralph Steadman, Ronald Searle y Quentin Blake.
Más flojo fue su siguiente trabajo, el primero que hizo en solitario, los dos volúmenes de Max Winson (Dibbuks, 2015), un joven tenista que no ha perdido un partido de tenis en su vida, símbolo del triunfo, personificación del esfuerzo y la victoria. Detrás del atleta se esconde un chico tímido, producto de una infancia robada por las presiones de su padre y sus entrenamientos inhumanos. Una historia que deja indiferente -¿quizás porque le falta algún componente autobiográfico?- y que gráficamente remite demasiado al trazo de su colega Bastien Vivès.
En 2018, con La Saga de Grimr (Norma, 2020), logró la Fauve d’Or en Angoulême, el festival donde empezó todo. Moreau borda un retrato de la Islandia del siglo XVIII, marcada por las hambrunas, la naturaleza inclemente -volcanes, frío, nieve- y el terrible dominio danés. La historia del joven protagonista, Grimr, estará marcada por la crueldad áspera que le rodea, tanto a nivel social como natural. El francés se sacude las influencias y se desmelena con unos paisajes deslumbrantes, que consiguen sacar el frío de la viñeta.
Tras esta obra, llegó Penss et le pliss du mond (Delcourt, 2019), obra inédita en nuestro país, en la que Moreau se ciñe aún más a la línea clara, con disposiciones de página muy cercanas a Osamu Tezuka. Moreau viaja atrás en el tiempo, hasta los albores de la humanidad, para contarnos las penurias de Penss, un cazador que pasa sus días contemplando la belleza de la naturaleza. Un relato filosófico inspirado en un ensayo de Gilles Deleuze sobre la filosofía de Gottfried Leibniz y el barroco.
Ahora, Barbara Fiore nos trae el que es hasta el momento el último trabajo del francés, El discurso de la pantera, publicado por Éditions 2024, en otoño del año uno de la pandemia, en un formato igual de lujoso que la edición original y con una excelente traducción de María Serna. Tirando atrás en el tiempo, Moreau deja el Neolítico para adentrarse en una época prehumana, en la que los animales tienen la palabra.
Un primer hilo conductor recorre el libro: el de la tradición de las fábulas protagonizadas por animales que abrió Esopo a finales del siglo VII a.C. y llega hasta las historias escritas por Jean de la Fontaine en el siglo XVII. Se abre el libro con un peculiar dramatis personae: un búfalo, un dragón de Komodo y un paisaje rocoso. Un búfalo empuja con todas sus fuerzas una montaña, enterrando su cabeza en la roca para mover una isla. Un cometa, visible en la atmósfera, pronto golpeará la ínsula y destruirá la Tierra. El búfalo lo sabe, lo ha visto en sueños, y así se lo cuenta al varano que lo acaba de morder y sentenciar a muerte con la inyección de su veneno. A pesar de ello, el lagarto une sus fuerzas a la del gran bóvido para sobrevivir al apocalipsis.
Así comienza este libro compuesto por varias historias cruzadas. A lo largo de varios cuentos, seguimos a un estornino perdido en plena migración, a un avestruz con serios problemas existenciales y de autoestima, a un cangrejo ermitaño en búsqueda de un hogar, a un joven elefante que aprende la historia del mundo… Este conjunto de parábolas de gran poder evocador, gracias, sobre todo, a la capacidad de Moreau para sumergirnos en unos paisajes apabullantes, logran descentrar nuestra mirada e ir más allá del apólogo moral humanista. Los animales se convierten en seres vivos, con existencias y bellezas singulares, que culminan con el discurso de la pantera del título.
La pericia de Moreau reside en la capacidad que tiene para que, como lectores, reflexionemos sobre el luto, la memoria, la historia, la belleza, la soledad, la mortalidad, sin dar grandes discursos, ni mucho menos respuestas a estas cuestiones. El trazo del artista francés apuesta cada vez más por la sencillez minimalista de las líneas y la luminosidad de los colores. Su capacidad para ilustrar y dar tridimensionalidad con los trazos justos es desarmante y sumamente elegante. Un trabajo igual de meticuloso hay con los textos.
Esta obra fue premiada en 2021 en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, en la categoría de Cómic Young Adult. Reconocimiento bien merecido. Espero que el libro funcione y alguien se anime con otro joven talento de Angoulême, maestro del color y la aventura evocadora, Simon Roussin.
Mientras tanto, si alguien tiene interés en el método de trabajo de Jérémie Moreau que clique aquí.