En estos tiempos en que desgraciadamente vuelve a estar de moda hablar de la necesidad de defender al cómic como medio artístico, obras como A través. El universo de un hombre nos viene que ni pintadas para usar a modo de buen y muy amigable ejemplo. En este cómic que su autor Tom Haugomat (París, 1985) ha definido como “70 dípticos”, se nos narra la vida de un hombre desde su nacimiento hasta su muerte. Lo sencillo y la grandeza se dan la mano de este modo, porque no hay mucho más que desarrollar del argumento.
Sí: el hombre nace, crece, tiene aficiones, se hace adulto, elige profesión, se enamora, vive, procrea en ocasiones y muere. Nada que no le pase a cualquiera, pero supongo que el montante de todo esto podríamos definirlo como lo más importante que te puede pasar como ser humano, ¿verdad?
Pero el cómic no es el noveno arte por trascendente (hay arte en lo liviano también, estaremos de acuerdo), lo es por otras cosas. A través se revela pura ambrosía por el modo de relatar esa vida entera, ya que me parece francamente intransferible a otro medio. Para empezar porque la economía rotunda del estilo de dibujo ofrece ya un estilismo propio, narrativo incluso. Al ahondar en un estilo de diseño, de formas encillas a veces en composiciones complejas, nos lleva de lo singular, la vida de una persona, a un mensaje universal (esa persona es reflejo de todas, solo hay que cambiar algunas circunstancias et voila)
Pero sobre todo, como todos los que lo han leído han señalado ya, resulta absorbente y hasta fascinante el método narrativo. Díptico, decía Haugomat, y dijo bien porque aquí tenemos unas dobles páginas en las que percibimos simultáneamente la acción del protagonista en una página, y aquello que está mirando en esa acción (y que por lo tanto, estimula dicha labor) en la contrapuesta. Un relato de elipsis (dicen que es el lenguaje por antonomasia del cómic, pues aquí las tenemos y no pueden ser más remarcadas) y de acciones simultáneas estratégicamente escogidas.
Hay en esta novela gráfica un retrogusto extraño, que posiblemente debamos asociar a un estado de melancolía mezclado con el peso grave de la insoportable levedad del ser. Y dosis grandes de asombro por el logro narrativo que es este libro. Un trabajo que evoca a Lint de Chris Ware (relato que puedes encontrar dentro de su monumental Rusty Brown) y a cualquier cómic que pretenda condensar (no desarrollar) una vida en una sola novela gráfica.
De esos hay unos pocos. Tan logrados como este, seguramente no tantos