Tras haber recuperado hace un par de años El último recreo (Astiberri, 2017) vuelve a reeditarse otro trabajo del dúo argentino formado por Carlos Trillo (Buenos Aires, 1943- Londres, 2011) y Horacio Altuna (Córdoba, Argentina, 1941). En esta ocasión se trata de las aventuras de Charlie Moon, una historieta anterior, realizada en Argentina para la revista SuperHumor publicada a finales de 1979 y durante 1980. Fueron cinco capítulos después recopilados en formato álbum, como vuelven a publicarse hoy en día.
En aquella época, las revistas de cómic todavía eran la referencia para la publicación de historietas y estas se planteaban como episodios, que podían ser más o menos autoconclusivos. En este caso, siguen las aventuras de Charlie Moon, un joven preadolescente que vagabundea por los Estados Unidos de los años 30 del siglo XX. En cada episodio se presenta un aspecto de la sociedad a la que se enfrenta la candidez de Charlie Moon, que poco a poco va perdiendo la inocencia infantil, ante la dura realidad de los problemas del mundo adulto en unos Estados Unidos en plena depresión. Desde ver la etílica realidad de sus ídolos del jazz, liarse de fiesta sin saberlo con delincuentes buscados, las primeras interacciones con la posibilidad del sexo o la dureza del racismo. Siempre hay cierta esperanza y optimismo en los relatos de Trillo, como un poso de humanidad tras el humor negro y la crítica social de sus historietas, crítica que tiene que llevar a los Estados Unidos de otra época, y así alejarla en el espacio y el tiempo para poder sortear posibles problemas con la censura, teniendo en cuenta el régimen dictatorial de la Junta militar a la que estaba sometida Argentina en aquella época. Sorprende así más la crudeza de algunos planteamientos, aunque estos vengan suavizados por la presencia de Charlie Moon y su tono de aventuras en la tradición de Huckleberry Finn. Pero este alejarse de la actualidad local para crear sus historias de fondo social es lo que al final consigue que las historias de Charlie Moon sean atemporales y funcionen tan bien hoy como entonces, porque se encuadran en un escenario de depresión que ya forma parte del imaginario colectivo. El segundo aspecto que hace de este tebeo un clásico es el siempre eficiente trabajo gráfico de Altuna, uno de los grandes maestros del cómic argentino, con ese estilo de dibujo realista que bebe de los clásicos de la prensa norteamericana y de la tradición argentina, siempre con unos personajes expresivos, en los que sabe destacar tanto la belleza como la vileza del ser humano. Juega aquí adaptándose a los requerimientos de la revista aplicando muchos grises con tramas mecánicas que son una delicia de apreciar. Y una paginación, que dado la ambientación histórica del tebeo, juega muchas veces con viñetas panorámicas horizontales, que inevitablemente recuerdan al cine clásico, reforzando el peso del escenario en el lector. En definitiva, otro ejemplo de un clásico del cómic de gran calidad que viene de Argentina, cuna de tantos autores geniales, un mercado que a pesar de sus difíciles circunstancias en muchos momentos, ha sido origen de grandes tebeos de influencia global.