Ser niño en plena Edad Media no es nada fácil. Palizas, trabajos forzados y un futuro negro como el carbón convierten las vidas de los más pequeños en un sitio oscuro y difícil. En este contexto conocemos a Colás, un niño obligado a trabajar para unos desconocidos después de huir de su casa por un desafortunado accidente. Pronto Colás tendrá una revelación: él es el elegido para llevar a sus compañeros a Jerusalén, la tierra prometida, un lugar donde las penas terminarán y donde serán tratados con la importancia que su almas puras merecen.

Colás, seguido por sus compañeros, emprende un largo camino que pasará a la historia como la cruzada de los inocentes, encontrándose por el camino con la desconfianza de los adultos, el compañerismo y la desesperación de sus compañeros, y donde aprenderán poco a poco cómo es el mundo que les rodea.

La cruzada de los inocentes es el nuevo trabajo de Chloé Cruchaudet (Lyon, 1976) después de su gran obra anterior, Degenerado. Como en aquella, que se inspiraba en hechos reales sucedidos durante la Primera Guerra Mundial, Cruchaudet vuelve a recurrir a sucesos históricos para hilvanar la historia de su nuevo trabajo. En este caso, no obstante, se retrotrae mucho más en el tiempo, concretamente hasta la época medieval, para imaginar cómo podría haber sido una de las conocidas como cruzadas de los inocentes o cruzadas de los niños.

Las cruzadas de los niños son capítulos sucedidos en la Edad Media, sobre el año 1212 (en el libro nunca se llega a establecer un año concreto). Mezcla de historia y leyenda promovida por la iglesia católica, dichas cruzadas comprendían siempre la figura de un niño que decía haber visto al dios cristiano o a Jesús, y que hacía de guía de hasta 30.000 niños que acaban acompañándole, viajando a través de países enteros, de pueblo en pueblo, dando a conocer su historia para a cambio obtener alimentos y sustento que les permitiera alcanzar su objetivo final: llegar a Jerusalén, donde apenas unos años antes había tenido lugar la Cuarta Cruzada.

Así pues, la autora acude a esta historia de fe en tiempos difíciles para contarnos la historia de Colás y de los niños que le acompañan en su particular camino. Como en Degenerado, Cruchaudet se mueve bien en el registro histórico: la ambientación es sobresaliente y se nota el cariño y el esmero puestos en la etapa de documentación. Aunque la obra centra la acción en la relación entre los niños, el dibujo que la autora hace del momento histórico, localizaciones, vestuario y costumbres es muy detallada y ayuda a situarnos totalmente en el momento histórico.
El dibujo, con personajes expresivos, trazo libre y colores acuarelados (esos negros, grises y marrones tan medievales y a la vez tan de la autora) sirve a la historia dándole un aire etéreo, de fantasía que no sabemos si acabar de creernos, como los niños que acompañan a Colás y se agarran a su historia como alternativa a una vida de trabajo y castigo. El dibujo hace navegar a la historia entre la realidad y la fantasía, entre lo histórico y la pura fábula de pasajes etéreos.

La expresividad y caracterización de los personajes es una de las grandes bazas de la obra. Chloé Cruchaudet se formó como animadora y eso se nota. Es envidiable su uso del movimiento, las expresiones, las acciones que llevan a cabo los personajes. Uno de los elementos más destacables es ver crecer a los personajes delante de nuestros ojos de forma orgánica y natural, dándoles personalidades distintas a través de sus caras, gestos y comportamientos, con una aparente economía de recursos pero con un resultado sorprendente.

La historia avanza dividida en capítulos marcados por las estaciones. Los pequeños saltos temporales que se producen entre cada uno de ellos ayudan a enfatizar este crecimiento de los personajes y la sensación de que el tiempo pasa. Un tiempo que les cambia lentamente y que les va acompañando en su aventura mientras poco a poco va cambiándoles de forma inevitable.

En definitiva, La cruzada de los inocentes presenta una historia a medio camino entre la fábula y el cuento histórico que brilla especialmente en los momentos más íntimos entre los personajes protagonistas. Una buena historia que esconde sorpresas, ternura y desengaños, describiendo una pequeña gran historia que funciona bien como metáfora del paso de la niñez a la edad adulta.

Una buena dosis del saber hacer de Chloé Cruchaudet para aquellos que descubrimos a una autora sobresaliente con su anterior Degenerado. Un tebeo que aprovechamos para recomendar fervientemente desde aquí y que forma con este La cruzada de los inocentes un buen díptico que esperamos ver convertido próximamente en trilogía.