Interesante malabarismo entre lo romántico, lo político y lo tecnológico sublimado todo ello por un tono muy sutil de comedia y aires teatrales. La estación apela a la figura mitológica de Circe en su sinopsis editorial y así puede verse, pero en su desarrollo y desencadenantes no dejan de amagarse puntos de absurdo que lejos de mostrar a los hombres como épicos héroes, sus dramas se aventuran ridículos, absurdos, frutos del capricho y de la huida hacia adelante.
Lo mítico se aguanta aquí, sí, desde sus escenarios colosales edificios, pasillos laberínticos, despachos desproporcionados, galerías de control televisado infinitas. Es en esos lugares faraonicos donde se contrasta lo falible de lo humano frente a sus pretensiones. Es quizás aquí donde podemos acercar la historia al Brazil de Terry Gilliam o al Hecha a sí misma de Alicia Martín Santos, en las que es más obvio lo satírico. Raphaël Geffray (París, Francia) busca el drama por acumulación y lo ejecuta en diversas pistas de circo para acentuar el contraste. Practica la mirada al interior de las altas esferas, a las jugadas de intriga palaciega y al ánimo de revuelta popular creciente. El nexo de todo eso un amor obsesionado de tira y afloja, egoísta por ambas partes y tóxico hasta decir basta, que me ha recordado un poco también a aquel Intensa de Sole Otero.
Una propuesta que lo fia todo al drama, la exacerbación y lo teatral vibra en armonía con el estilo que emplea aquí Geffray. Sus personajes son minimalistas en la figura, levemente caricaturizantes en primer plano, de trazo frágil y formas coloristas. Dichos personajes se convierten apenas en manchas en los fondos elefantiásicos. Y aún más vanos y frágiles resultan tanto frente a los geométricos juegos de pantallas y pasillos así como cuando se pierden en la inmensidad de las masas. La estación es un continuo baile de líneas rectas contra formas orgánicas. De trazos contra borrones. En fin, un elegante choque de opuestos, vestido con una paleta de colores muy modernista, muy recomendable por su vocación vanguardista.