“Entonces. Entonces la vida es más o menos así. Pasan cosas en orden aleatorio, se van acoplando, haces cosas urgentes, armas planes, te mantienes ocupada, inventas que vas al banco. Pero en el fondo, al final, lo único importante es. ¿Estaré enferma? No quiero saber. Al menos tengo las uñas lindas.” Catalina Bu (Concepción, Chile, 1989) vuelve al cómic largo después de una década con una obra preciosa -parece un contrasentido pero no lo es- protagonizada por una joven con un cuadro depresivo bastante severo.
Nadie como tú se lee como un viaje al pozo en un día soleado. Sus páginas están llenas de angustia vital, pero en el fondo del fondo se refleja un chispazo de luz. Algo brilla en el suelo. La protagonista visita a su psicóloga, ve a amigas, está sóla muchas veces, visita a su anciana vecina, siente compasión por ella, tiene pesadillas, recuerda cosas, tiene un miedo terrible a vivir pero se deja llevar a ratos. Está en el proceso.
El dibujo y el ritmo narrativo acompañan a la perfección a los vaivenes de su trastorno, desde las páginas casi vacías en su habitación a las viñetas algo asfixiantes de los primeros exteriores por los que camina la protagonista: un restaurante, el supermercado o una tienda de ropa -el dibujo de todas las camisas colgadas en sus perchas rodeándola como una especie de boceto de montaña rusa es una maravilla-, siempre con los elementos exactos para explicar la historia, con una libertad de planificación en sus páginas asombrosa que pasa de la ausencia de paneles a 12 viñetas por página con un monólogo interior desbordando los márgenes. Cambios de velocidad que usa sin intención pirotécnica y que nos sirve para meternos dentro de la cabeza de su protagonista sin necesidad de subrayar demasiado. Por momentos podría pasar por la cara amable de Save our souls de Felipe Almendros, por su atrevimiento narrativo y la apariencia de boceto. Sólo que donde Almendros se ensaña, ella encuentra elementos a los que agarrarse como un brote. Ojalá no tarde 10 años en publicar el siguiente.