El slasher (frecuentemente marinado con el thriller, como en la presente) es otro de aquellos subgéneros cuyos autores ponen mucho empeño en encontrar la vuelta de tuerca definitiva. Probablemente el motivo resida en las numerosas convenciones que alberga y que, al final, son el motivo por el cual el público acude a él. Es un pez que se muerde la cola. Darle el grito o la sorpresa pero manteniendo otros aspectos porque si no, la cosa deja de ser la cosa.

Bajo los árboles donde nadie te ve tiene un fondo puramente convencional. Incluso lo especial de su argumento ya lo hemos visto en otras ficciones (el asesino como protagonista). Su pretendida ruptura se halla en su trasfondo, un universo de personajes antropomórficos que intenta reforzar la sensación de que estamos en un universo edulcorado (en realidad tampoco tanto) en cuyo seno empiezan a producirse asesinatos grotescos. El estilo de dibujo de Patrick Hovarth (Iowa, E.E.U.U.) está muy logrado para lograr su propósito (tono de base y ruptura) pero al final se me ha antojado como un pequeño aliciente con el que salpimentar o subvertir un poco la historia. Al fin y al cabo la subversión desde la antropomorfia también tiene ya una tradición larga desde el underground americano (quizás incluso antes).

Dicho esto, la historia que presenta el cómic es perfectamente disfrutable como está, bien escalonada y con un desarrollo dinámico, que no se regodea en exceso en el quién es quién. Creo que funciona bien como un pulp de intriga que tiene en vela a un lector que juega a las quinielas y que se revuelve siguiendo a una protagonista que provoca cierta reacción arácnida. Bajo los árboles, donde nadie te ve se desarrolla taimada, pasito a pasito (un poco como su protagonista) y deja el regusto amargo y sucio que tiene que dejar. Al punto, por cierto, esa paleta colorida pero sutilmente apagada, tirando a pastel. Perfectamente a tono.