«Uso viñetas e historias inconexas, como fotos instantáneas, en vez de relatos continuos. Nunca llevo al lector de una escena a la siguiente. Opto por escenas aisladas porque lo que ocurre entre medio me resulta pesado y aburrido de escribir. Además, pienso en fragmentos que percibo como relacionados —a menudo temáticamente—, pero no en términos de tiempo o secuencia. No busco construir una conclusión; por eso, cuando pienso en la estructura, solo soy consciente de cómo varía el estado de ánimo a medida que avanzo».
(Entrevista de Rob Clough a Keiler Roberts en The Comics Journal, 2016)
Ha llovido mucho desde el primer número de Powdered Milk, el fanzine que sirvió de carta de presentación de Keiler Roberts (1978 en Milwaukee, Wisconsin, EE.UU.), una de las voces más punzantes del cómic autobiográfico estadounidense de la última década. Roberts llega al cómic gracias a Aaron Renier, uno de los responsables del imprescindible Trubble Club’s Infinite Corpse.
Renier le descubre la obra de John Porcellino, Gabrielle Bell y Vanessa Davis. Ella, entonces docente, buscaba una manera de combinar imagen y escritura. De aquel curso salió su primer minicómic y la certeza de que el cómic podía ser el sustituto natural de la pintura, disciplina con la que había estado lidiando durante diez años.
Con un humor crudo y una línea aparentemente descuidada, Roberts parece dibujar a regañadientes. Su voluntad de abordar con franqueza temas como la maternidad, la vida en pareja o la convivencia con el trastorno bipolar dota sus cómics de fuerza y autenticidad. Roberts es un personaje irascible, terrible y maravilloso a la vez. También es una observadora finísima de las dinámicas familiares y del humor que nace de la incomodidad. Escribe con precisión sobre la ansiedad social y sobre cómo afronta el mundo, pero su enfoque rehúye la didáctica y la moralina. Sus microhistorias son pequeñas explosiones de verdad que confían en la inteligencia del lector para establecer las conexiones y llenar los huecos que ella decide dejar.
Si aún no lo habéis hecho, dadle una oportunidad. Lista para morder es el cuarto libro que Alpha Cómic le publica y, a pesar de lo que afirma la propia Roberts en la contraportada—que “es más de lo mismo: viñetas de experiencias intrascendentes”—, es una nueva muestra del talento de una de las observadoras más exquisitas del cómic contemporáneo.
No me quiero olvidar de la (muy buena) traducción de l’Alberto García Marcos, ni de la rotulación a cargo de Daniel Tudelilla.
