Nadia Hafid (1990, Terrassa) se graduó en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona. Vinculada al mundo del libro, primero publicó varios fanzines en solitario: Adiós nostalgia, H (Lupa y sombrero, 2018) y Más allá de mí (Autoedición, 2018). Más tarde firmaría Rand (Máquina Total, 2022) junto con Marina Fernández y Naida Mazzenga. También ha participado en las antologías Forn de calç, Autobulling, Color carne y Vinyetari, así como en el proyecto Gràfica radiant, coordinado por Xavi Serra para el diario ARA. Su primer cómic largo, El buen padre (Sapristi, 2020), ganó el Premio a la Mejor Autora Emergente por la ACDCómic y Autora Revelación en el Saló del Cómic 2021.

Chacales, su segundo cómic largo, toma el trastorno explosivo intermitente (TEI) como punto de partida para abordar temas de rabiosa actualidad como la soledad, el aislamiento o la falta de comunicación, pero también la alienación, el desencanto o la frustración. Los protagonistas son unos chacales muy peculiares: un niño, una joven y una mujer de cierta edad. Tres personas normales y corrientes con algunos rasgos comunes: siempre están a la defensiva, son vehementes y no saben controlar su ira. Como sucede en los cómics de Borja González o Conchita Herrero, los personajes apenas muestran sus facciones. Tampoco tienen nombre. Aparecen prácticamente anónimos. Porque la autora no pretende señalar a tres individuos, sino remarcar que dichos males están generalizados en nuestra sociedad.

Para hacerlo, la autora lleva su estilo minimalista a la máxima expresión, otorgando protagonismo a la imagen. Las ilustraciones de Hafid han aparecido en portadas para el suplemento Babelia de El País y en artículos de revistas como The New Yorker, The New York Times, Washington Post, The Economist o Nature. Y gracias a esa experiencia sintetiza como nadie la información para traducirla en un trazo simple que el lector descodifique y reinterprete.

Nadia tiene una voz propia tan inconfundible como la de Lorenzo Montatore y un estilo geométrico que recuerda a Max Baitinger en Röhner (Fulgencio Pimentel, 2018). Un estilo pulido, depurado, que desviste el cómic y lo reduce a lo imprescindible. Así, no encontramos gutter (el espacio que separa las viñetas), no hay cartelas y apenas tenemos globos de diálogo o bocadillos. El resultado es un cómic en estado puro que se lee con la misma fluidez que confiere Yuichi Yokoyama a su Viaje (Apa-Apa, 2016) o Lale Westvind a GRIP (Apa-Apa, 2022).

Nadia Hafid domina el ritmo como un DJ. Utiliza distintas composiciones de página y altera el número de viñetas según las necesidades de la narración. Cuando quiere imprimir velocidad, recurre a doce viñetas por página; cuando quiere marcar pausa, utiliza cuatro, dos o una. Esto nos permite acompañar a los protagonistas en la montaña rusa de sus emociones.

Este tebeo se puede leer muy rápido pero merece la pena gozarlo con detenimiento porque cuenta con varias capas. Al leerlo sin prisas se revela el significado de cada detalle. Por ejemplo, podemos fijarnos en las muecas, en los gestos que explican sensaciones. En el uso narrativo del color. En los objetos cargados de significado. En las perspectivas, la arquitectura o los escenarios, que actúan como un personaje más. Nos encontramos con espacios normalmente llenos de gente (un concierto, un colegio, un hospital), pero los protagonistas siempre están solos. O se sienten solos.

Todos estos elementos generan una atmósfera aséptica, tan fría como el narrador omnisciente que varía de focalización a lo largo de las tres historias. Tres historias bien enlazadas que culminan en un final inevitable pero sorprendente, como marcan los cánones de la narrativa. Escrita en el contexto de la pandemia, con la salud mental de trasfondo, Chacales plantea más preguntas que respuestas y nos invita a reflexionar. Todo un mérito para los tiempos que corren.