Los trabajos de Lale Westvind (1987, -Harlem- Nueva York, USA) irradian una energía y una pureza inaudita. Se está hablando bastante de “cómic de superhéroes” respecto a este Grip, aclarando su atipismo. Pero creo que hay unas vibraciones y unas dinámicas que vienen de atrás, que Westvind, como la protagonista de este cómic, recoge con sus manos y las canaliza y las transforma para alcanzar una utopía deseada. La proyección heroica que nunca o apenas se vio en aquellos tebeos de antaño.

Cabe recordar que Grip no es el primer trabajo que vemos de Westvind por aquí ya que La Cruda Negra incluye una historieta suya (Hammer Drop) que persigue el mismo paradigma.
Westvind transmuta las historias de acción de la vieja escuela, sustrayéndoles la confrontación. No hay villanos. Las refriega existentes casi parecen danzas salvajes. El rival acaso es uno mismo -que busca mejorarse-. Y el objetivo es la creación y el cambio. Transformar el mundo con las manos o con herramientas para hacer algo constructivo y un mundo mejor. Y Westvind se las arregla para que toda la acción (Grip es 100% accion física o metafísica que no emplea palabras) sea igual de emocionante e intensa. Mágica.

Y he aquí la ironía divertida: donde muchos tebeos de acción han perdido la conexión con la fuente primal, con el sentido de la maravilla y el empoderamiento para hacer el bien, Westvind lo recupera con aparente naturalidad y sencillez. Y lo hace además homenajeando a las mujeres que han construido con sus manos, conectando la fantasía con lo real. Westvind lo baraja todo y lo pone en marcha fascinado al lector con su salvaje baile de formas y sin buscar un solo enemigo al que emplear de piñata.

Grip es un cómic místico, que mira hacia adentro y hacia arriba. Que no parece tener límites. Que inspira. Es una fuerza en sí misma. Una fuente de energía, para dejar arrastrarse con ella y en cierto momento para nadar con ella.