En una entrevista concedida por Alex Toth a Graphic Story Magazine en 1968 (e incluida en el tomo Alex Toth. Las mejores historias de los años 50 de Diábolo Ediciones) el dibujante neoyorquino se lamentaba del carácter de las historietas realistas que se publicaban por aquel entonces en los periódicos norteamericanos. “No hay mundo más allá de apartamentos, interiores de un taxi, oficinas y la ciudad de Nueva York, que es el escenario de la gran mayoría. Me da claustrofobia al leer esas historias día tras día”, decía, y elegía como ejemplos a Mary Worth, Apartment 3-G o Rex Morgan, M. D.

Tal vez Toth habría estado de acuerdo en incluir en ese mismo grupo de soap opera dramática y cotidiana a Friday Foster, de Jim Lawrence (Detroit, 1918 – Summit, 1994) y Jordi Longarón (Barcelona, 1933 – 2019), aunque con la importante diferencia de que esta no se conformaría con los escenarios domésticos y tendría el arrojo, a partir de su primer año, de ir evolucionando progresivamente hacia la intriga y el espionaje internacional incluso, aunque sin perder de vista el obligado trasfondo romántico de una serie con protagonismo femenino.

Se ha recalcado a menudo que la principal aportación de la tira fue, sin duda, la de apostar por una mujer afroamericana como cabeza de cartel, en un momento socialmente convulso en EEUU, coincidiendo, más o menos, con la presentación de otros importantes personajes negros en los cómics, caso de Danny Raven en Dateline: Danger! en 1968 o de Luke Cage en su propia cabecera a partir de 1972. Sin embargo, medio siglo después de su debut lo más destacable no es solo haber marcado ese histórico hito sino la innegable resistencia, contra viento y marea, del excelente dibujo de Longarón.

Cuando se presentó Friday Foster en algunos rotativos, en concreto el 18 de enero 1970, ambos autores acumulaban una valiosa experiencia en sus respectivos campos. Lawrence ya había publicado diversas novelas juveniles y se había hecho cargo de los guiones de la histórica tira de Joe Palooka y de la de James Bond para el Daily Express. Por su parte, el ilustrador catalán llevaba más de dos décadas trabajando, al principio para el mercado español y posteriormente para revistas extranjeras. En ese tiempo había forjado un estilo firme y moderno que, a la larga, es el principal valor de una serie que a día de hoy ha quedado un tanto ingenua y demasiado ligada a un momento concreto.

La recuperación coordinada por Javier Mesón y David Moreu y editada por Norma permite apreciar en todo su esplendor el talento de Longarón, gracias a la excelente tarea de restauración de las planchas y la aplicación del nuevo coloreado, a lo que hay que sumar una destacada labor de documentación y contextualización de la obra.