Publicado originalmente en Bélgica en dos volúmenes de ciento cuarenta y cuatro páginas, Piel color miel se ha editado en nuestro país en un único tomo que incluye ambas partes de la historia original. La primera publicada en 2007 y la segunda a principios de 2008.
A lo largo de casi trescientas páginas, el dibujante y guionista Jung Sik Jun -de origen coreano- nos habla sobre su infancia y adolescencia después de haber sido adoptado por una familia belga a los cinco años de edad.
Ese es el eje central de la obra, esa adopción que transforma el carácter del joven Jung a lo largo de los años, que le plantea dudas infinitas de complicada solución y que le obliga a vivir un constante conflicto de identidad. No importa si hemos vivido de cerca o no una adopción, porque el coreano nos descubre constantemente esas incertidumbres, las plantea y las sufre ante nuestros propios ojos, subrayando en diversos momentos que buena parte del racismo del mundo actual empieza por uno mismo. Jung asume sus errores (sus prejuicios frente a otros chicos adoptados) y describe los de los demás (en algunos momentos, la crueldad de su madre adoptiva) sin alejarse nunca de un tono amable y humano que sabe mantener a lo largo de toda la historia.
Gracias a una narración fresca y ágil, sin sorpresas ni experimentación ninguna, Piel color miel se lee con facilidad, llevándonos de los momentos dramáticos a los más divertidos, de los más introspectivos y emocionales a los más puramente informativos. A eso ayuda también el que el autor se plantease “trabajar en blanco y negro, con aguadas, en un estilo más alocado y espontáneo. El dibujo es sencillo y simpático para que el lector entre en mi universo sin demasiada dificultad”, algo que sin duda consigue.
En todo caso, no podemos equiparar una obra como Piel color miel a la producción de manhwa coreano que estamos descubriendo durante los últimos tiempos en nuestro país (léanse trabajos firmados por Doha, Byun Byung-jun, Byun Ki-hyun, Choi Kyu-sok, Park Heung-yong o el poético Kim Dong-hwa). Y no podemos porque tanto la narrativa como la perspectiva está empapada de las vivencias y particularidades culturales vividas por el autor en Europa y no en su país natal. Jung nos describe el proceso de adopción, la situación del país de origen y la repercusión en la infancia del de destino, con claridad y con una evidente intención de que entendamos el problema con tanta profundidad como sea posible.
Piel color miel sería, por tanto, una novela gráfica autobiográfica, pero con el valor documental de aquellas obras que tratan un tema específico. No es una obra maestra, ni pretende serlo en ningún momento, pero sí nos permite pasar un rato entretenido, hacernos sonreír y a la vez empaparnos de una melancolía y una tristeza que nos acercará a una problemática mucho más común de lo que imaginamos.