Magali Le Huche (París, 1979) no necesita presentaciones a día de hoy. Es muy probable que su estilo de dibujo os resulte familiar, porque tiene más de 40 libros publicados. Le Huche es otra de las ilustres alumnas que se han licenciado en la escuela de artes decorativas de Estrasburgo, centro en el que se especializa en ilustración. Después de terminar sus estudios, debuta con Las sirenas de Belpescão, que en 2006 gana el prestigioso Prix Sorcières al mejor álbum ilustrado. 

De ahí en adelante, Berta Buenafé, la serie de cómics Jean-Michel le caribou, adaptada a dibujos animados en Francia, Elétrico 28, escrito por Davide Cali, Los álbums de No-No y sus amigos, también adaptados a televisión, la serie de libros ilustrados de Paco, La tribu que apesta, con Elise Gravel al guion, por citar unos cuantos. Ha publicado Berta Buenafé está triste.. y Bertille Bonnepoire, sus dos primeros libros infantiles. 

Además del Prix Sorcières, Le Huche ganó la Pépite de la categoría de Bande Dessinée del Salón del Libro de Montreuil en 2021, así como la mención de honor a mejor cómic en los Premios Bologna Ragazzi de ese mismo año por el libro que hoy nos ocupa, Nowhere Girl, la primera novela gráfica de la autora parisina.

El año pasado en el festival de la BD de Colomiers había una extensa exposición de la obra de Magali Le Huche, en el que el universo gráfico de este cómic tenía un papel preponderante. Nowhere girl nos habla de los años complicados en los que parece que salimos de la infancia para adentrarnos en un mundo más adulto y en el que el peso de la responsabilidad nos puede abrumar y superar. 

En este primer trabajo largo y con componente autobiográfico, Le Huche encuentra el tono con el que interpelar a un lector de entre 11 y 14 años, edad en la que transcurrieron los hechos que narra la autora, y trata a ese lector con inteligencia y empatía. El paso de primaria al instituto fue demasiado para una jovencísima y sensible Magali, angustiada por el peso de la responsabilidad, por suerte aligerada gracias a un diagnóstico médico atrevido, pero de sentido común, fobia escolar. 

La dibujante nos ubica muy bien en su universo infantil mediante un bitono rosa que rompe con el color pelirrojo de su pelo, un elemento que ya nos indica que algo no va bien en el mundo en blanco y negro en el que vive. El punto fuerte del libro son los pasajes protagonizados por el universo musical de los Beatles, donde encuentra refugio la autora. Son páginas en las que rompe con las composiciones más clásicas y en las que la paleta de colores tiende al universo psicodélico beatlemaníaco. 

Edición cuidada de Galimatazo y buena traducción de María Serna Aguirre. Me queda la duda de si este libro encontrará al público lector que más lo puede disfrutar: el que se adentra en el complejo mundo del instituto. Espero que sí.