Buster es un gato hogareño, joven y amarillo, que ha vivido aventuras increíbles junto a sus colegas callejeros Nova y Chauncey. Parece que todo había quedado arreglado contra los espíritus hogareños, pero vuelven a pasar cosas extrañas en su casa cuando aparece un pequeño gato blanco que dice que se ha perdido. Buster, todo corazón, sin duda va ayudarlo a volver a su casa. Parece sencillo, pero por el camino van a pasar muchas cosas, van a necesitar de nuevo la ayuda de Nova y Chauncy y van a encontrarse con los flecos que quedaron sin cerrar en el tomo anterior.

Mason Dickerson vuelve con más aventuras de gatos con su muy personal estilo, ese kawaii pop de líneas y viñetas redondeadas y colores pastel, cuqui de ver pero lleno de detalles y un fondo más sucio, una mezcla de pop kawaii algo psicodélico, que mantiene también en el tono de las historias que cuenta, llenas de aventuras amables pero con un trasfondo paranormal y fantástico, que lo acercan a esas aventuras juveniles que recuerdan a Stranger Things (por no volver a mentar otras referencias más ochenteras). Aventuras de terror paranormal, pero con ese toque amable; los espíritus del polvo de Miyazaki mezclados con los Gremlins, dan miedo y ternura a la vez. Y todo visto desde el punto de vista de esos gatos preciosos, de ojos gigantes, totalmente adorables. Un tebeo lleno de gatos kawaii, con eso ya está dicho todo y no hace falta más, imposible no estar muy adentro de sus aventuras.

Parece que habrá que esperar a más tomos de estos Problemas Gatunos, pero los peques que quieran meterse en la piel de un gato como Buster también pueden probar el juego de rol para todos los públicos de Matthew J. Hanson, Gatitos Mágicos, con el que comparte muchos puntos en común. Y es que quién puede resistirse a un gatito adorable.