Después de Devastación, Julia Gfrörer (1982, Concord, New Hampshire, E.E.U.U.) vuelve al relato ambientado en tiempos pretéritos, en este caso una muy plausible era victoriana (la autora no acostumbra a informar al lector del donde y cuando, consiguiendo por esta vía una mayor inmersión y atemporalidad del relato).
Podríamos apresurarnos a identificar el choque entre pulsiones de vida y pulsiones de muerte, como afloraban en Devastación. Sin embargo, aquí ambas parecen funcionar en el mismo sentido. La historia de Eleanor es la de una mujer en el último escalafón de la jerarquía familiar cuya vía de escape o forma de rebelión ante la sociedad patriarcal que la conmina a unas obligaciones y deberes, procede de la sublimación de sus deseos sexuales con “alguien” que habita en el espejo de su habitación.
A pesar de que el relato contiene momentos de crudeza en busca de cierta liberación, como en su obra anterior, en Visión hay un salto a una mayor morosidad o detenimiento en detalles. A ello contribuye el cambio a una parrilla de viñetas de 3×3, en las que la autora puede definir mejor ciertos procesos apuntalando sensaciones y tensiones. Consigue así narrar creando un tono de incomodidad, la propia de estar andando por los terrenos de un volcán a punto de estallar.
De nuevo, el dibujo evoca simbólicamente todo lo que aquí se quiere contar o transmitir: una línea fina, quebradiza, que no se molesta en alcanzar ningún tipo de perfección y que sintoniza perfectamente con la erosión sobre el ser humano que provoca la sumisión forzada por las normas sociales. No, la fantasmagoria en Visión no es lo que provoca terror en los protagonistas (o en el lector). Sí lo es, sin embargo, la conciencia de una vida condenada a ser tal y como la dictan otros.