La portada de Rosa nos presenta a un personaje que mira al público instantes antes de salir al escenario. Rosa, que así se llama el personaje, se encuentra tras las cortinas de El Jardín, un cabaret del París de los años 20 en el que ha crecido junto a su madre, una de las bailarinas, y el resto de “flores” que viven y actúan allí. Está a punto de salir a bailar.
Abrimos el volumen y en apenas dos páginas se abre el telón. Una página para el título y una elipsis después, Rosa ya ha bailado. Los lectores no lo hemos visto, pero el público de El Jardín está extasiado. La primera actuación de Rosa ha sido un éxito.
Rosa, a pesar de lo que podemos pensar en un primer momento por su nombre, no es una chica. Es un chico que acaba de dar un paso que marcará el resto de su vida.
A partir de ese momento entraremos en la vida de Rosa y del resto de flores de El Jardín. De Amador, un espectador que solo viene a ver a nuestro protagonista, y de los personajes que le acompañarán en el descubrimiento de su propia identidad.
Rosa es el segundo cómic, el primero publicado en España, de Gaëlle Geniller (Saint-Priest, 1996), formada en el mundo de la animación. Un hecho que se nota dese la primera página, con un precioso dibujo, colorista, expresivo y lleno de vida que brilla especialmente en las escenas de baile, donde los personajes se mueven con un dinamismo brillante, acompañados de preciosas metáforas visuales (pétalos que siguen sus movimientos, flores que brotan tras ellos, juegos de colores…).
La autora consigue crear un mundo sólido con unos personajes muy bien definidos gracias a una gran habilidad para darles vida con muy pocos recursos. Es muy fácil sentir que conoces incluso al personaje más secundario a través de unas pocas viñetas y un par de frases. Esa es probablemente otra lección aprendida del mundo de la animación: cada personaje consigue transmitir sus particularidades y su forma de ser a través de su aspecto, de su lenguaje corporal, del color que le acompaña o de la manera que tiene de ocupar el espacio respecto al resto de personajes.
La sensación a lo largo de toda la lectura es que Geniller está enamorada de sus personajes. No hay otra manera de describir el cariño y la dulzura con el que los trata, arropando al protagonista a lo largo del proceso de autodescubrimiento. El Jardín es un lugar seguro para las protagonistas de la historia y esa seguridad se nos transmite a los lectores, que empatizamos con el protagonista y con sus compañeras a lo largo de toda la historia. Nos alegramos en sus momentos de triunfo y sufrimos cuando su mundo se tambalea. Acompañamos a Rosa en su camino como si fuéramos un personaje más y esa es una de las grandes bazas de la obra.
Las más de 200 páginas de Rosa se leen con interés gracias a los aciertos narrativos de la autora y a una historia que avanza sin grandes aspavientos pero que nos mantiene enganchados a la lectura gracias al carisma desbordante de sus protagonistas y a un apartado gráfico de auténtico lujo.
La edición de La Cúpula es excelente, en un voluminoso tomo de tapa blanda de papel grueso y poroso que sienta de maravilla al color de Geniller. Incluye como extras unas páginas finales con diseños preliminares de personajes y escenarios. La traducción es de Rubén Lardín y la rotulación, como es habitual en la editorial, de Iris Bernárdez.
Rosa es una obra que celebra la diferencia a través de un bellísimo despliegue visual. Una historia íntima a la que vale mucho la pena asomarse y que pueden disfrutar toda clase de lectores, pero que puede ser un refugio muy especial para un público adolescente que, como el protagonista de esta historia, empieza a abrirse al mundo y a descubrir su propia identidad. Rosa puede ser un compañero inmejorable en un viaje tan importante como ese, y El Jardín un lugar perfecto en el que quedarse.