Me asaltan muchos pensamientos después de leer este primer cómic de la sueca Anneli Furmark (1962, Vallentuna, Suecia) en España. Si por un momento me abstraigo de la experiencia (gozosa) de su lectura y la contextualizo (forzosamente), destacaría el hecho de haber leído un cómic con personajes LGTB que parecen querer moverse en el mundo de la globalidad de las novelas gráficas, como lo hizo de forma pionera la obra de Alison Bechdel.
Llévame contigo se mueve en un difícil barco que puede hacer aguas en cualquier momento si su peso se descompensa. Contando la historia de una mujer de cincuenta años que descubre la pasión de estar enamorada de otra mujer, poniendo en la cuerda floja su estable matrimonio heterosexual. Es fácil caer en el almibarado relato romántico. Pero Furmark es comedida contando tanto el torrente de emociones que lo cambia todo, como las consecuencias efectivas que se derivan del consecuente cambio de rumbo. Lo hace desde cierta distancia, con una voz en off puntual que acompaña templadamente.
La autora no deja de transmitir por otras vías, no menos sutiles pero poderosas a su manera. Donde el dibujo -un tanto naif (pero no mucho)- de la autora puede mostrar cierta contención, no lo hace cuando inunda las viñetas con un color específico que marca muy bien el tono de la escena. No es un recurso fácil. Donde algunos prefieren optar por el brochazo Furmark se me antoja muy selectiva y precisa con esta tecnica vinculada a lo emocional con el efecto acuarela. La autora pone así en cada escena, “un elefante en la habitación” completamente distinto. Pocos autores se me ocurren tan hábiles con este juego de sinestesias pero si que me vienen claramente como Manuele Fior y Ana Galvañ, de cuyas obras se pueden captar atisbos de su contenido con tan solo ojear por encima el libro.
Intensa pero a la vez pautada, comprensiva sin perder espacio para el arrebato, Llévame contigo expone perfectamente que el ser humano, para bien o para mal, a veces consigue eludir los cánones estandarizados de lo que se supone debe ser una vida en función de una determinada edad.