Bardín el Superrealista tiene un primo en Alemania llamado Hieronymus B. Los genes en su familia deben de ser dominantes, porque lo cierto es que guardan un gran parecido físico: ambos son bajitos, cabezones y poco rastro queda de lo que en su día fue cabellera. También los dos tienen ojos pequeños y curiosos, que delatan una de las principales características de su personalidad. Sin embargo, mientras que Bardín, como buen español, ha salido buen conversador y hasta respondón, a Hieronymus, parapetado tras una timidez galopante, parece que le hubiera comido la lengua un gato. Uno es discursivo. El otro mudito y soñador. Uno se mueve en un mundo colorido que podría haber surgido de la febril imaginación de Eugenio Salvador Dalí, y el otro deambula por ambientes urbanos, pesadillescos y en blanco y negro, tal y como diseñaron las calles de Alemania sus compatriotas expresionistas hace ya casi un siglo.
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Hieronymus B. es también uno de los personajes más queridos por su padre, Ulf K, un nombre que poco a poco ha ido desembarazándose de ese halo de culto que ganó hace casi una década en nuestro país, cuando era imposible acceder a su obra de otra forma que no fuera el mercado de importación, y que en los últimos tiempos publica con regularidad en España.
Y si su universo -normalmente cercano a la ilustración infantil- se encuentra habitualmente dominado por un poderoso costumbrismo fantástico, esa fantasía se desborda cuando Hieronymus B. se hace dueño de sus historias, más caprichosas en inconsistentes de lo habitual en Ulf K, pero que en contrapartida le otorgan al de Oberhausen una mayor libertad de movimientos.
Aquí las tenemos recopiladas en un solo tomo de sesenta páginas -en la mayor parte de las ocasiones las historietas apenas superan las dos páginas- siempre con este peculiar oficinista al que su imaginación le juega malas pasadas.
A su alrededor los libros echan a volar, los barcos dentro de botellas de cristal se convierten en transatlánticos a la deriva y los elementos se conjuran para gastarle malas pasadas.
Todo un personaje este Hieronymus, que acepta cualquier jugarreta con una sonrisa y camina por el mundo entre miradas de censura de aquellos que van por la vida con la sensatez, a modo de escudo, siempre por delante. La frase de Oscar Wilde elegida para introducir el libro ilustra perfectamente su psicología y deja intuir la del autor: “…para un poeta el sueño es la única y sólida realidad, y la realidad de los otros no le importa nada”.