Toda una sorpresa el presto regreso a la novela gráfica de Pep Brocal (Terrassa, 1967), apenas dos años tras su El Cosmonauta (Astiberri, 2017), -considerada como la mejor obra nacional de 2017 aquí, en 13 millones de naves-. Si en aquella ocasión el viaje era al espacio exterior y su previa Alter y Walter o la verdad invisible(Entrecomics Comics, 2013) era una road movie al interior de la mente, en esta ocasión tenemos un descenso al infierno mitológico con protagonista femenina.

Amelia vive en la portería que ocupaba su difunta madre, donde la sustituye mientras huye del mundo y de un desengaño amoroso que le ha dejado marcada. Allí convive con unos peculiares y poco simpáticos vecinos, y con su gato travieso que la pone en mil y un bretes con ellos. Un día un siniestro señor con bombín llega a edificio para reclamar el alma mal utilizada de uno de los solitarios vecinos, con la mala fortuna que el entrometido gato se mete por en medio y acaba en la maleta directo al infierno. Pero Amelia no va a dejar abandonado a su gato, así que sigue en el ascensor al misterioso señor del bombín, y da inicio así a su viaje al infierno.

El descenso al infierno es uno de los temas clásicos de los mitos de la humanidad, ya presente en la mitología clásica, y seguramente la más famosa y que haya sido más veces interpretada sea la que describió Dante Alighieri en la Divina Comedia. Incluso Superlópez ha tenido su particular descenso a los infiernos dantescos. Brocal ha decidido hacer ahora su propia versión del asunto en este Mascotas, espíritus y otros prodigios del Inframundo. Y como era de esperar lo lleva a su terreno, en el que sigue explorando la naturaleza del sentido de la vida y de la búsqueda de la felicidad personal, un análisis psicológico que ya estaba en sus obras anteriores y que continúa en este nuevo trabajo, y es que el viaje de Amelia además de recorrer el inframundo, también es en definitiva un viaje a su infierno interior, un descenso físico y metafísico al abismo del que solo se puede salir dejándose fluir. Y desde luego que del infierno se puede salir, y es que Brocal siempre tiene un punto optimista en sus historias, que va acompañado con su personal uso del humor en muchas de las situaciones y de mucha acción, aventura, homenajes y guiños, como darle el papel de Caronte al propio Dante, o representar el limbo como el cuadro La isla de los muertos de Böcklin. Y que la ayuda que consigue Amelia es la del propio Bruce Lee y sus consejos budistas, convirtiéndolo en otro personaje más del libro.

Y es que se nota que Brocal ha disfrutado dibujando este viaje al inframundo lleno de acción, un tomo de gran formato con más de 300 páginas, donde utiliza su habitual dibujo con ese color en que reduce los tonos a lo básico, buscando combinaciones de colores base, que van variando dependiendo de la obra, como podemos comprobar en sus obras infantiles como Olaf Lily Megamosca (ambas en Mamut/Bang). Utiliza grandes viñetas, splash pages y dota toda la historieta de un gran dinamismo que hace que el tomo se devore, dando la sensación de que este Inframundo es, además, la gozosa interpretación personal de Brocal de lo que es el manga. Una obra que se disfruta sobremanera por el derroche de originalidad gráfica a la que nos tiene habituados Brocal: simetrías, diagramas y otras filigranas compositivas, marca de la casa. Maravilloso cómic.