En esta última entrega de Bella Muerte nos alejamos un poco del western para toparnos con un murder mystery ambientado en la edad dorada de Hollywood. Clara Fields ha aparecido muerta y su tío, Frank, intentará encontrar la verdad tras el asesinato con la ayuda de Ginny.
De este modo nos encontramos con una historia (a cargo de Kelly Sue DeConnick) que atrapa desde el primer momento. Mientras seguimos los pasos dados por Clara nos fascinamos con la nueva ambientación, llena del lujo y las luces del mundo del espectáculo, pero también de decadencia y corrupción. Todo esto sin abandonar la fantasía ni el toque onírico de la saga, haciendo que las viñetas se rompan en vuelos de mariposas.
En el apartado artístico volvemos a encontrarnos con el sobresaliente trabajo de Emma Ríos y Jordie Bellaire a cargo del dibujo y el color. Como novedad, las portadas y muchos momentos de la trama están representados a base de siluetas emulando el trabajo de Lotte Reiniger, directora de cine y pionera en el mundo de la animación.
Tanto el arte como la historia casan a la perfección, creando un cómic fascinante, atmosférico e intrincado, con cada página llena de detalles. Bella Muerte nunca decepciona, pero en este sus autoras se han superado, creando el tomo más redondo (hasta ahora).