Nuevo álbum de cómic germano en Nuevo Nueve, con un título en alemán de esos que tienen difícil traducción; aunque literalmente Vatermilch sea algo como leche paterna, las connotaciones van un poco más allá. Pero explica mucho de lo que presenta Uli Oesterle (Karlsruhe, Alemania, 1966) en este primer tomo de su posiblemente obra más personal. Este primer libro cuenta la caída de Rufus Himmelstoss, un exitoso vendedor de toldos en el Munich de 1975, con un buen coche y una vida desenfrenada de drogas, alcohol y mujeres, muy a pesar de su familia. Un estar en la cresta de la ola del hedonismo de la época que va a dar un giro repentino, consecuencia de su alcoholismo y sus derivados. Por otro lado tenemos la historia de su hijo en 2005, pasando por una crisis de madurez, con dificultades para gestionar su propia paternidad y temiendo seguir los pasos de su padre.
Diez años después de Hector Umbra (Dibbuks, 2012), que nos dejó muy buen sabor de boca, volvemos a tener un nuevo trabajo de Oesterle traducido, y ver la evolución en su estilo ha sido sorprendente. De una línea clara que recordaba a Paul Greist o Mignola, tenemos ahora un dibujo más estilizado, que recuerda más a las propuestas de Alexandre Clérisse o Manuele Fior. En esta obra deja el color por utilizar tonos monocromos fríos que cambian según hable del pasado o del presente. Pero siempre experimentando con enfoques, encuadres y planteamientos en las páginas que funcionan narrativamente y sorprenden al lector. Con un cambio de tema también radical, de una fantasía con toques de humor a una historia más personal sobre el drama del alcoholismo para el que lo sufre en primera persona y para su entorno, un tema que está basado en la propia experiencia del autor y la historia de su padre. Una obra que toca la fibra y que ha planeado en cuatro libros. Y que también recrea dos épocas y un Munich que siempre está presente en su obra.
Una grata sorpresa el regreso de Oesterle a estos lares, con una obra personal de la que ya tenemos ganas de leer su continuación.