Dice Yuichi Yokoyama a propósito de su trabajo que lo que le interesa es la posibilidad de generar un punto de vista totalmente distinto al humano; sus cómics se plantean desde una perspectiva radicalmente opuesta a la que normalmente estamos acostumbrados, una perspectiva que elude a los lugares comunes de la narración clásica. No hay primera ni tercera persona, simplemente existe el verbo.
El gesto, el movimiento y la dinámica de los elementos que rodean a sus personajes (una especie de argamboys asexuados de mirada ausente, enamorados de la moda juvenil de los estampados imposibles y con peinados con forma de auricular o con sombreros en la línea de los obispos) son los elementos donde este artista y autor de mangas pone su atención.
Después de abarcar la ingeniería y la lucha en ‘The New Engineering’ (Picture Box, 2007) Yokoyama se acerca en ‘Viaje’ al mito de la odisea; tres personajes se suben a un tren y mientras el tren hace su recorrido, ellos transitan por los pasillos descubriendo al espectacular grupo de viajeros que les acompañan en la travesía.
El paisaje (casas enterradas en la espesura e infinitas forma geométricas) se entremezcla con las peculiares fisonomías de los pasajeros dando lugar a una especie de ‘oda al movimiento’ que bebe directamente de las fuentes del constructivismo, del suprematismo soviético y también de los manifiestos futuristas donde se ensalzaba a la velocidad y al mecanismo de los motores como auténticas inspiraciones para un poética rompedora y postmoderna: ‘Nosotros cantaremos a (..) a los puentes semejantes a gimnastas gigantes que husmean el horizonte, y a las locomotoras de pecho amplio, que patalean sobre los rieles, como enormes caballos de acero embridados con tubos’ escribía Marinetti en el ‘Manifesto del Futurismo’.
Al igual que Rodchenko Yokoyama utiliza el componente geométrico y juega con las perspectivas más inusuales para establecer su peculiar universo ‘ordenado’ donde los personajes más que ‘ser’ ‘están’ y deambulan para confundirse con el contexto que es quién en definitiva ocupa el protagonismo. El individuo ha perdido el interés en pos de la masa y del sistema -como en las sociedades futuristas que pensaron Ziamiátin o Orwell- y es un elementos más dentro del perfecto engranaje que gobierna sobre todas las cosas, las naturales y las construidas. Yokoyama utiliza a sus personajes como figuras de un diorama imposible que parece construirse sobre la marcha; cada viñeta es un puro desfase visual que arrastra y abduce a lector.
Retomando los principios estéticos de principios del siglo XX desde la perspectiva -siempre exagerada y excesiva- del manga Yuichi Yokoyama ha elaborado un discurso que paradójicamente es totalmente innovador dentro del mundo del cómic, exprimiendo al máximo las herramientas narrativas que ofrece el medio (muchas de sus páginas tienen el ritmo de un ‘flip book’) para dar lugar a una singular obra que ha suscitado grandes elogios dentro del ámbito del cómic independiente europeo y norteamericano.