Benito Boniato, estudiante de bachillerato, un título con rima como el de todo personaje de Bruguera que se precie. Quizás Boniato no sea uno de los personajes más conocidos de la escuela Bruguera, pero para los lectores que vivieron la última etapa de la editorial a principios de los años 80, es sin duda uno de los más queridos, y de aquellos que se quedan en la memoria. Uno de los últimos grandes personajes de la casa, con el que se intentó renovar los tebeos bruguerianos, aunque quizá esa renovación llegó demasiado tarde.

Carlos (Soria, 1953) y Luis (Soria, 1957) Fresno, los hermanos Fresno, hacían estas historietas a cuatro manos y crearon un tebeo que refrescaba las historietas de Bruguera con un estilo más moderno y temáticas más cercanas a los lectores, que ya se cansaban de leer republicaciones de otras épocas. El país había cambiado mucho, y más que lo haría, así que personajes como Benito Boniato resultaban más cercanos a los jóvenes: un estudiante que vivía su misma actualidad les llegaba mucho más, en la línea de lo que también logró Superlópez. Los Fresno usaron además un estilo más dinámico y detallado, mucho más influenciado por la escuela de Marcinelle y los tebeos franco-belgas, con la sombra alargada de Franquin. Su dibujo era más moderno, con variedad de planos y viñetas, y mucho cuidado en presentar fondos reconocibles por el lector, con automóviles actuales. Los personajes cambiaban de ropa entre aventuras y no eran tan estáticos, aunque se identificaban sin problemas cromáticamente: Benito iba mayoritariamente de rojo, y sus inseparables amigos, Lui de azul y Quintalón de verde. También estaba lleno de personajes secundarios, muchos de ellos con gestos heredados del maestro Ibáñez. Los hermanos Fresno tomaron las referencias más exitosas para crear un personaje que quedaría en la memoria de sus lectores. Y aunque sus influencias eran claras, no opacaban el talento que tenían para dibujar y narrar. Detalles como la posición de los bocadillos en todas las viñetas, que facilitan la lectura, parecen imperceptibles, pero al poco de prestar atención destacan su buen hacer.

Sus historietas aparecían en la revista Zipi y Zape, una de las cabeceras principales de Bruguera, aunque sin llegar al nivel de la revista Mortadelo. Luego se recopilaron en los famosos álbumes de Olé y en un par de Super Humor. Ahora, Dolmen inicia con este tomo una recopilación cronológica con nueva rotulación y recoloreado, lo que hace su lectura mucho más agradable y permite disfrutar del talento de los Fresno. En este tomo se incluyen historietas entre 1981 y 1982, que no son las primeras ni las últimas, y que indican que la editorial probaba el producto antes de lanzar la serie completa.

En este tomo tenemos dos historias largas, algo que era un tesoro cuando éramos peques y comprábamos los Olés. La saga de los Boniato, donde recorren la historia con sus familiares, y La Olimpiada Estudiantil, donde el profe de gimnasia los entrena para unas pruebas intraescolares que no llegaremos a ver, recuerdan en tono al Pequeño Spirou. El resto de historietas son cortas, de entre 2 a 8 páginas, con aventuras en el instituto, en excursiones o soñadas en el Oeste. No hay género que no pueda pasar por las manos de los Fresno. Las historietas siguen manteniendo frescura, el humor es reconocible de la escuela Bruguera. Hay cosas que hoy suenan extrañas, como esos estudiantes de instituto que pueden conducir coches, y otras muy propias de los años 80, que deben leerse con la adecuada contextualización. Pero eso es algo que también le pasa hasta a Tintín.

Una recuperación necesaria de unos personajes de Bruguera que apela a la nostalgia de toda una generación de lectores de los 80, pero a la que muchos lectores actuales pueden acercarse sin problema, en busca de ese humor brugueriano. Y descubrir que la historia de Bruguera pudo haber tomado otros caminos.