Con una propuesta temática en apariencia sencilla, compuesta por una serie de elementos fácilmente reconocibles: joven enamorada de otra joven con la que no ha hablado nunca, clase en la que coinciden, miradas, fiesta como escenario del encuentro y alcohol como detonante de partida, Ladrona desarrolla una trama en la que el humor, el drama y el retrato de la realidad se fusionan para interpelar a un lector en el umbral de la etapa adulta.
A través de un grupo de jóvenes de clase acomodada que estudian en un instituto francés, la autora profundiza en los caracteres de tres personajes, cuyo diseño en complejidad le permite abordar temas de mayor calado que fiestas, clases, ropa, profesorado, escarceos etílicos o preocupaciones ante los exámenes. Gracias a tres protagonistas diferentes entre sí, Leslie, Ella y Madeleine, Lucie Bryon trasciende las convenciones ligadas a la presentación del enamoramiento como eje argumental en torno al que deben articularse todos los elementos y se adentra en una fresca aproximación al descubrimiento de la identidad y la toma de decisiones.
Con un dibujo que oscila entre la caricatura y la ternura para acompañar momentos emotivos y situaciones cómicas y el empleo de las posibilidades de alternancia del bitono como estrategia diferenciadora de episodios, Ladrona plantea de forma natural la historia de amor entre Ella y Madeleine sin incurrir en discursos ejemplarizantes, prejuicios o estereotipos. Familia, amistad, amor, diversidad, cleptomanía y adicciones se abordan desde el diálogo como estrategia de aproximación a las preocupaciones más íntimas y base de las relaciones interpersonales.
De ágil lectura gracias al carisma de los personajes y la originalidad en el planteamiento de temas asociados al público juvenil mediante la fusión con otras posibilidades no exploradas, como la cleptomanía vinculada al amor romántico y la amistad, Bryon firma un moderno cómic de formación en cuanto a la evolución de sus protagonistas se refiere. De acuerdo con las características del bildungsroman, el cúmulo de peripecias al que deben enfrentarse desemboca en la superación de carencias de partida, vinculadas a problemas que van desvelándose de forma progresiva. De esta manera, sin aspavientos derivados de giros de guion, las diferentes experiencias se integran, como ritos vitales, en la trayectoria de las jóvenes y desembocan en la conquista del espacio propio. Equivocarse y encontrarse a uno mismo se encuentran en la base de esta delicada historia de amor, amistad y transformación personal que trasciende los límites de la etiqueta juvenil.