En el año 2016  el expolítico socialista Eduardo Madina mantuvo una larga conversación con el músico Fermín Muguruza, dando como resultado esta entrevista publicada en la revista Jot Down. El dibujante Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981) asistió, invitado por Madina, a ese encuentro a modo de espectador y  Los puentes de Moscú es la crónica en viñetas de esa charla. Dicho encuentro, tal y como han comentado los propios protagonistas, hubiera sido impensable unos años atrás y constituye una prueba evidente de los grandes cambios que ha vivido la sociedad vasca.

La conversación traza un esbozo de la historia reciente de Euskadi usando como hilo conductor la trayectoria profesional de Muguruza y los gustos musicales de ambos como espacio común de encuentro. Madina (Bilbao, 1976) fue diputado socialista y sufrió un atentado terrorista de ETA con bomba lapa en su coche que mutiló su pierna izquierda en febrero de 2002. Fermín Muguruza (Irún, Guipuzcoa, 1963) músico, fundador del grupo Kortatu, fue candidato en 1999 y 2003 en listas de la izquierda aberzale y durante años defendió, “con sentido crítico”, la lucha armada. La entidad de estos dos protagonistas aparentemente antagónicos y el momento histórico en que se sitúa dicha conversación (la publicación de la novela gráfica coincidió con el anuncio de la disolución de la banda terrorista ETA, el pasado mes de mayo dotan  la obra de un interés irrefutable.

Pero el trabajo de Alfonso Zapico aporta un valor añadido al relato. No vamos a descubrir ahora a un autor que tiene una sólida carrera a sus espaldas (Dublinés, La balada del norte…). En Los puentes de Moscú Zapico sube un escalón más con una excelente novela gráfica que toca de pleno la crónica periodística, dotando de contexto el encuentro con pinceladas históricas y retales de la biografía de los protagonistas y sus antepasados. Situándose en el papel de narrador/espectador, el autor repasa los últimos 80 años de la historia de Euskadi. Dada la delicadeza del tema tratado, la presencia del autor como narrador resulta una decisión acertada, dejando fuera de dudas la posible parcialidad de la narración: el autor no esconde su papel de filtro a la hora de contarnos lo sucedido. Y aun así consigue una objetividad que ya querrían muchos periodistas.

Dada la delicadeza del tema tratado, la presencia del autor como narrador resulta una decisión acertada, dejando fuera de dudas la posible parcialidad de la narración

Con su excelente dibujo, aquí algo más sobrio y directo, Zapico logra narrar una situación áspera, que podría resultar poco atractiva en formato gráfico. No es tarea fácil narrar una conversación estática entre dos personajes de manera fluida, amena y concisa. Y desde un relato calmado que intenta no juzgar ni ahondar morbosamente en el dolor, deja la puerta abierta a que el lector despierte sus propias preguntas y saque sus conclusiones.

Los puentes de Moscú no es una obra maniquea sobre “buenos y malos”. Un conflicto tan largo, doloroso y complejo como el vasco no lo merecería. Y, a pesar del tema, es un relato positivo, luminoso.  Junto al film La pelota vasca del director Julio Medem , estamos ante una de las más claras reivindicaciones del diálogo como solución a cualquier tipo de conflicto.

No es casual que la edición vasca de la obra se haya titulado Zubigileak  (Los que construyen puentes). Difícil encontrar una palabra que defina mejor lo que simbolizó este encuentro.