Thoreau en Walden es una rareza en el catálogo de John Porcellino (1968, Chicago, E.E.U.U.) y aun así podría funcionar como un resumen de algunas de sus obsesiones: la observación de la naturaleza, el desacuerdo con las normas de sus contemporáneos, el aprendizaje a través de la soledad… podemos seguirlas en las más de tres décadas de su fanzine King-Cat y en cómics como como Diario de un exterminador de mosquitos (Apa Apa, 2008) o Ejemplo perfecto (Ponent Mon, 2008), sus dos únicas obras traducidas hasta la fecha.
Digo que es una rareza porque es uno de los pocos encargos de una carrera que ha pasado siempre por la autogestión, y porque en él se atreve a adaptar uno de los libros clásicos de la literatura filosófica norteamericana. Algo que en principio está lejos de los cómics autobiográficos que le han convertido en uno de los dibujantes más influyentes de su era.
Es fácil ver por qué aceptó el encargo viendo sus dos cómics publicados en nuestro idioma. “Ejemplo Perfecto” explicaba su depresión durante la adolescencia, aliviada a trompicones durante excursiones al parque y a la playa. En “Diario de un exterminador de mosquitos” explica su experiencia con un trabajo literalmente tóxico que le permitía vagar por el bosque a la vez que lo contaminaba sin demasiada conciencia. Después de algunas temporadas eliminando mosquitos se puso enfermo, descubrió el budismo y empezó a preguntarse qué es una “forma de vida correcta”.
Thoreau debió hacerse preguntas muy parecidas unos siglos antes, cuando decidió llevar a cabo su experimento vital en los alrededores del lago Walden: se alejaría de la ciudad y de todo lo que sus vecinos consideraban una vida buena, dejaría de pagar impuestos a un gobierno que perpetuaba el esclavismo, viviría sin apenas nada, cosechando en los alrededores de su cabaña para autoabastecerse. Así pasaría un año y medio que reflejó en sus diarios, convirtiendo su experiencia en Walden o vida en los bosques.
Cuando John Porcellino recibió el encargo de adaptar el libro, tomó algunas decisiones que hicieron de su Walden casi un King-Cat fuera del fanzine: Eliminar todo posible diálogo, seleccionando y ordenando algunas de las entradas de los diarios de Thoreau para usarlos como un narrador, y dejar tanto espacio como sea necesario para enseñar lo que pasa por delante de los ojos del protagonista. Estas son algunas de las páginas más bellas del cómic, cuando el texto parece agotarse frente a la observación de una naturaleza que Porcellino simplifica hasta dar con su forma más esencial, apenas un par de líneas en un horizonte, el lago, una bandada de pájaros dibujados con tan sólo unas pocas uves, la visión más depurada y limpia de lo salvaje.
Es aquí donde Thoreau en Walden conecta con el mejor Porcellino, que es el que aparece cuando las palabras se agotan o las historias parecen acabar. Alguna cosa frente a él capta la atención y simplemente deja vagar la mirada en silencio durante un par de viñetas o lo que necesite en ese momento. Si a eso sumamos su capacidad casi mitológica para sintetizar su vida en unas pocas viñetas hasta dejarla en su perfecto esqueleto, tenemos la mejor adaptación imaginable de Walden. Ojalá alguien se anime a traducir las recopilaciones de su King-Cat.