Los evaporados, de Issao Moute (Niihama, Japón, 1983) deja cuenta de un fenómeno social real: el de los japoneses que desaparecen voluntariamente para hacer vida en otros sitios por motivos muy diversos.
La novela gráfica presenta dos casos muy distintos que se encuentran en la pugna por seguir adelante. Toma forma de thriller pero según la historia avanza vemos que el autor no está tan interesado en dar salida a una trama policial o criminal con sus giros al uso. Si bien si que se detectan algunos tonos de noir, lo que Moutte busca es indagar en como es la vida de estos desaparecidos, así colo la de los familiares que intentan localizarlos. El mangaka abre cámara y aborda las consecuencias del desastre del tsunami de Fukushima no sólo para mostrar las pérdidas humanas y materiales si no también las condiciones de los trabajadores que se encargaron de limpiar la zona y recuperar bienes materiales.

Los evaporados se toma su tiempo en desplegarse. Hay algo de la narrativa morosa de Taniguchi aquí, cómo si ese detenimiento característico suyo sirviera para inquietar al lector más que para hacerle disfrutar de los detalles. Que los tiene y muchos. Su estilo de dibujo (y narrativa) recuerda a la de Peeters con escenarios cuidados y los personajes integrados en ellos (aquello del entorno conforma al personaje). Sus prólijos paisajes ayudan mucho a meterse en la localización, clave especialmente dado que los personajes van cambiando de escenario y así nos sumerge en las callejuelas de los barrios de Tokyo como en la periferia o la zona cero de Fukushima. En conjunto, el cómic abarca una visión de Japón poco frecuente, nada complaciente y muy interesante.