He quedado muy cautivado con la lectura de la tercera novela gráfica de este autor brasileño que, para mí, es la primera que abordo. Y tengo que confesar que ahora me gustaría haber leído su obra precedente, por un lado, para poder triangular mejor sus temas, sus intereses, su forma de narrar. Pero también para seguir disfrutando de las intensas y muy reales historias que es capaz de contar.

De Marcello Quintanilha (Niterói, Río de Janeiro, Brasil 1971) había leido de su gusto por el género negro, muy evidente en Tungsteno, si bien en escenarios poco habituales en él, siendo ambientados sus cómics en tierras brasileñas. Quizás por eso, me da por ver Escucha, hermosa Marcia, como un espejo invertido de algunos aspectos característicos del noir, entre trasfondos criminales, protagonistas que las pasan muy putas y acaban en callejones sin salida y una intensidad narrativa palpable. También cierto romanticismo y el atisbo de un lugar mejor que se antoja inalcanzable.

Todo ello se articula sin problemas aquí, a través de la historia de Márcia, una enfermera que vive en una favela de Río y a la que las amistades de su hija van a poner la vida patas arriba.
Aunque la historia y algunas situaciones puedan parecernos cercanas con un relato muy honesto y directo, Quintanilha nos va quitando los anclajes a los que podamos agarrarnos intentando encasillar la historia ¿thriller criminal? ¿costumbrismo? ¿herstory? ¿drama social? No nos podemos acoger a nada. Lo que sí que queda es un retrato humano tremendamente realista que curiosamente no se riñe con esa estética de colores contrastados que inundan las páginas. Porque Quintanilha sabe apagar la paleta hacia los tonos pastel para casar inauditamente un tono vitalista y a la vez deprimido y algo desgastado. Una síntesis simbólica ideal donde forma, de nuevo, es fondo.

La obra se llevó el galardón Fauve D’or al mejor cómic del año en la pasado edición del Festival de Angoulême.