Vuelve a estar de actualidad el humor suave pero afilado de Tom Gauld (Aberdeenshire, Escocia., 1976), uno de esos autores a los que, digámoslo poniendo el carro delante de los bueyes, merece la pena seguir siempre la pista. Cada nueva obra que salga editada en castellano del autor inglés va a ser un pequeño regalo sensorial e intelectual. Para los sentidos, sobre todo si lo empaqueta Salamandra Graphic con este mimo, que hace de En la cocina con Kafka un objeto bello, que pide la caricia y nos devuelve un tacto juguetón. Además, claro, tenemos la obra en sí, estas tiras entre naíf e intelectuales con las que Gauld se pone a dialogar con el arte, la era del consumo, la cultura pop, los géneros literarios, los escritores… Como en aquel Todo el mundo tiene envidia de mi mochila voladora que Salamandra Graphic publicaba en 2015, nos volvemos a encontrar con la producción de Gauld para tiras de prensa (mayormente para The Guardian). Un formato que domina, estableciendo una serie de patrones muy variado pero al tiempo cerrados: la gran viñeta con enumeraciones; la secuencia gráfica de una tira de viñetas; la viñeta a toda página. Siempre con un dibujo minimalista que va de ideogramas casi abstractos ―así por ejemplo «Un melodrama en miniatura» lo protagonizan pequeñas figuras geométrocas bidimensionales― a representaciones más cercanas al registro que le caracteriza en novelas gráficas como Goliat (editada por la extinta Sins Entido, y a recuperar sí o sí, y cuanto antes). Esto es, un estilo más detallista pero siempre desde una estética de menos es más. Y con un cuidadísimo color plano que nunca es caprichoso o meramente estético.

 
 
Por las páginas de En la cocina con Kafka el dibujante se divierte y nos divierte deconstruyendo con tono amable pero fondo diletante casi todo lo que rodea a la literatura. Así tritura desde el aura de las mal llamadas “artes mayores” a los tópicos de géneros ―ahí están sus delirantes finales alternativos― y personajes literarios ―con cierta querencia por la literatura decimonónica inglesa popular, de Wells a Conan Doyle―, del arte plástico ―citas a M. C. Escher o a William Morris, fundador del Arsts & Crafts― a las tribulaciones del lector: la maleta de viaje del lector empedernido, la organización de la biblioteca personal, la lectura ensimismada… Nada escapa del análisis (de una tira, pero análisis) de Gauld. Tampoco el proceso creativo, desde los mundos interiores del escritor hasta los enmarañados procesos editoriales. Y sobre todo domina la desacralización, y la ironía fina, que convierte este librito en una coctelera en la que se mezclan estilos de la cultura pop con los géneros clásicos, y donde caben desde el futuro de space-opera hasta un iluminador de códices medievales.

Sin llegar a la excelencia de sus obras largas (el mentado Goliat, o el inesperadamente amargo Un policía en la Luna), los micro-relatos que conforman este libro demuestran el mundo interior inquieto, expansivo y mordaz de un autor nunca menor.