Jose es uno de esos casos en que dibujo y música se explican perfectamente el uno al otro. Retorcidos, espontáneos y detallistas, extrañamente nerviosos, únicos. Repasar sus proyectos musicales desde que se acabó Ensaladilla Rusa es de esas cosas que quita el sueño: Campamento Ñec Ñec, Tetris o su participación en el mini cdr “Drogan los cromos” de los maravillosos Bicicross, todos ellos grupos de músicos bajo su propia influencia. Con ideas claras basadas en la obsesión, la maravilla y la autogestión.
Esa música está en perfecta consonancia con sus dibujos para los mencionados Bicicross o para “Haz”, su propio fanzine. Si tuviese que comparar, sólo se me ocurriría Helge Reumann, aunque no tenga nada que ver. Al igual que él, Jose se dedica a hilvanar personajes que parecen recién salidos de una pesadilla en la que interactúan sin un principio ni final claro más allá de una extraña coherencia estética. Por eso, igual que muchas de las historietas/dibujos Reumann, su formato ideal es parecido a un acordeón, casi un póster en este caso. Un desplegable que va descubriendo capas de un alucinado submundo lleno de monstruos y duendes que uno nunca acaba de saber si acaban de salir de un infierno o una bacanal.