Creo que sin mucho lugar a dudas, Rumiko Takahashi (Niigata, Japón, 1957) tiene tres grandes obras (podemos discutir que sean más incluso) que destacan entre sí, entre otras cosas por los diferentes grados de humor y acción que se practican en ellas. Lamu Urusei Yatsura, Ranma 1/2 e Inuyasha parecen enmarcar un viaje desde lo más frenético, lo mamarracho y caótico hasta lo más estructurado, épico ordenado pero no necesariamente menos intenso.

En ese sentido podría decirse que Lamu Urusei Yatsura es el principio de un viaje y leída ahora en 2024 por primera vez (habiendo visto algún episodio del anime tiempo ha) me sorprende lo rabiosamente divertido y lo muy ingenioso de sus historias. Y en ocasiones, lo muy subversivo también. Este manga, con su premisa de comedia romántica de triángulo amoroso intergaláctico como punto de partida sirvió un poco como cajón de sastre para que que Takahashi introdujera personajes de inspiración mitológica asiática muy variada. Y para pisar el pedal del caos a fondo. Casi todas las historias de esta serie son un descarrile provocado a conciencia que, con frecuencia, recuerdan a la escuela Bruguera. Creo que no es baladí que los traductores, Verónica Calafell y Alberto Aldarabí, de Daruma, hayan acudido en ocasiones al vocabulario de los tebeos de humor de dicha casa, con gran acierto.

Esta obra de 17 volúmenes nos va a dar para hablar de muchas cosas: de las referencias mitológicas, de la masa como personaje, de las visiones de las relaciones afectivas en Japón y el papel de la mujer en él, de la subversión de estereotipos, de un quorum de personajes mamarrachisimos que destacan por sus defectos más que sus virtudes, de la cadencia de gags por página. Lamu nos va a dar para mucho, así que dejamos por aquí esta entrada como introducción y, por mi parte como recomendación desde el minuto cero.