Crecer en los 80 fue toda una aventura. Al menos visto desde hoy en día, y es que afortunadamente hemos avanzado en ciertos aspectos sociales. Por otro lado, parece que hay más fuerzas reaccionarias que se anclan en una nostalgia malsana. Por eso son necesarios crónicas como las de Florence Dupré La Tour (Buenos Aires, 1978).
Dupré cuenta en Doncella su educación y descubrimiento sexual, en esta primera parte durante su infancia, quizás rompiendo las convenciones que tenemos sobre la educación republicana francesa. Dupré nació en Buenos Aires donde su padre trabaja para una empresa francesa. En una familia patriarcal ultracatólica con una hermana gemela, una mayor y otro pequeño, tesoro de la casa y fuente de celos y desigualdades. Ese entorno es el que marca las dudas y dificulta un acceso a los secretos del sexo que son un poco peculiares desde el punto de vista de una niña y la incompresión de Dupré de no poder hacer lo que hacen los niños por ser eso, una niña, Todas las desigualdades de género de la época redobladas por el entorno familiar de la autora vienen descritas con desparpajo y mucha ironía. Así que es una lectura muy divertida pero con tal carga de profundidad que desnuda las desigualdades de género y los tabús sobre el sexo que no se deben permitir hoy en día y deja así en evidencia a los fanáticos del presente.
Hojeando el libro uno ve claramente el origen francés de la obra, con ese formato de historieta autobiográfica a lo Riad Sattouf, con viñetas sin bordes y tonos a dos tintas con grises y rojos. Pero el personal dibujo destaca, y sus personajes sin nariz son tan expresivos como reconocibles. Un tebeo tan divertido como reivindicativo, que pone de nuevo de manifiesto la necesidad del feminismo diario de nuestros tiempos.