Matthias Lehmann se estrena en España gracias a La Cúpula y después de leer La Favorita echamos en falta una revisión de sus anteriores trabajos. De Lehmann sabemos que es diseñador, ilustrador y que hace cómics sin parar porqué su afán narrativo le obliga. Virtuoso en la técnica del linograbado ha trabajado en Fluide Glacial, en Siné Mensuel, en Le Monde o en Libération entre otros periódicos y revistas y ha publicado los cómics Isolacity (2001), L’éttoufeur de la RN 115 (2006), Les larmes d’Ezéchiel (2009) y Personne ne sait que je vais mourir (2015).
En esta, insistimos, primera y única obra de Mattias Lehmann publicada en España, el autor francés explora temas tan poco ligeros como el maltrato infantil, el sadismo y la identidad de género.
Años sesenta. En un pueblecito de Francia un matrimonio de burgueses venido a menos cría a su nieta de diez años con normas estrictas que incluyen confinamiento, castigos corporales y maltrato psicológico. La abuela Adéle es una sádica y su marido un pusilánime rendido al abandono vital y al alcoholismo. Este viejo matrimonio representa la decadencia en la que se situaron aquellas clases sociales que no supieron adaptarse a los cambios y optaron por el anquilosamiento y las falsas apariencias. De eso va precisamente La Favorita, de apariencias y de representaciones artificiosas. De la realidad contra la impostura. De la construcción del individuo y de su representación social.
La pequeña Constance vive recluida física y emocionalmente en una realidad oscura y opresiva producto de los delirios de su abuela demente e intenta sobrevivir con imaginación, ingenio y literatura. Pero esta estampa dickensiana se tambalea con la llegada a la finca de la familia da Costa. Costance experimenta, se pregunta y descubre el mundo real y se descubre también a si misma a través de éste. La meticulosa estrategia de los abuelos para negarle a la niña su verdadera identidad emocional y sexual se derrumbará y dejará al descubierto un siniestro secreto familiar.
La ejecución narrativa de este rotundo drama es clara y efectiva. Lehmann juega con los elementos clásicos del relato gótico decimonónico y lo compagina con episodios de cuento infantil más ligeros que respaldan la yuxtaposición entre el mundo adulto y el mundo infantil, entre lo tenebroso y lo ingenuo. Entre lo natural y lo artificial. La técnica gráfica del grabado favorece a la ambientación gótica del relato con sombreados y volúmenes exagerados y le permite a Lehmann jugar con elementos caricaturescos cuando la narración lo pide. De nuevo una contraposición entre dos universos a priori adversarios, aunque esta vez bien ensamblados, dialogando y sin artificiosidad alguna. Bien por Lehmann y abajo las madrastas (o abuelastras) malvadas, las falsas apariencias y la cobardía.